Ayer iba caminando por la calle Sanyo de Kyoto junto a Yito y Ana cuando nos encontramos esta cafetería:
Pero si curioso es el hecho de encontrarse con un lugar así llamado más lo es el logo del establecimiento. ¿Qué veis vosotros en él?
Ayer iba caminando por la calle Sanyo de Kyoto junto a Yito y Ana cuando nos encontramos esta cafetería:
Pero si curioso es el hecho de encontrarse con un lugar así llamado más lo es el logo del establecimiento. ¿Qué veis vosotros en él?
Varios post atrás os mostraba un pedacito de Kibune. Hoy vamos a proseguir con el viajecito, aunque ahora cuando os escribo acaba de temblar todo esto de una manera un poco fea… (terremoto de grado 4 con epicentro en la isla de Awaji), ha sido breve pero creo que es el más fuerte que he vivido hasta ahora.
Bueno, sigo con el tema desde donde lo dejé, allí en las empedradas escaleras del santuario sintoísta de Kibune, estas de las imágenes:
Una vez en la parte alta del templo la nevada parecía intensificarse, pero el aspecto del lugar era increíble:
Y gélido, de hecho aquí Ana buscaba algo de cobijo:
En la entrada encontramos dos caballos de metal que según la guía Lonely Planet son de plástico y “es preferible no fijarse en la desafortunada estatua”. Nos hizo gracia y a Ana le dio por decir que Tony Wheeler (fundador de L.P.) era un listo, de ahí este video donde salgo yo haciendo el “chorras”, el frío se ve que me afectó lo suyo:
LISTO from Kibune from Javi el de Kobe on Vimeo.
Algo interesante que podemos hacer en Kibune Jinja es conseguir nuestro “Mizuura Mijuki”, una versión muy especial del clásico “Omikuji”, esos papelitos que nos dan en los santuarios a cambio de alguna moneda y donde viene escrito nuestro supuesto porvenir. En Kibune tenemos la oportunidad de ver como las letras van apareciendo en el papel mientras toman contacto con el agua de un pilón ubicado allí mismo.
Primero pagamos 200 yenes y elegimos el papel que más coraje nos dé:
Lo posamos con cuidado sobre el agua y a esperar:
Bueno, qué mejor que un documento de video, ¿no? (gentileza de Ana san):
Mizuura Mikuji from Javi el de Kobe on Vimeo.
Finalmente podemos quedarnos con el omikuji o bien dejarlo allí haciendo de él un lazo como veis en la foto:
Incluso podéis haceros una foto con él 😉 :
Y luego, cuando salíamos del recinto, allí en plena montañica nos percatamos del calzado tan especial que una chica llevaba, muy bien equipada la moza, sin duda es la mejor opción para ir a subir escalones de piedra en la montaña en un día de nieve 😮 :
Igual, como dice un colega, es eso de que las japonesitas llevan hasta el último extremo eso de la primera cita 😀 .
“Deseo” “ねがいこと”
Ojalá sigamos así de enamorados por siempre.
Ojalá algún día nos casemos y seamos felices.(Esto de arriba lo escribe la chica, Shoko)
Shokotan, que seas siempre así de alegre y bonita.
(Y esto otro lo escribe su chico, Ryota)
“Ema” fotografiado en el santuario de Ikuta, en Kobe.
El corazón de madera con el mensaje romántico escrito en él es un “ema” (絵馬). En cualquier santuario sintoísta que visitemos encontraremos estas tablitas de madera.
Para entender su origen es necesario fijarse en los dos ideogramas que componen este vocablo: “絵”, que significa “dibujo” y ”馬”, que significa “caballo”. Ocurría en la antigíŒedad que los caballos eran entregados como ofrendas votibas votivas por los fieles en los templos sintoístas. La costumbre llegó a alcanzar tal auge que para los sacerdotes “kannushi” (”神主”) llegó a un punto en el que era imposible atender tantas oblaciones. Finalmente hubo que optar por sustituir a los animales por unas tablillas de madera con la forma de un équido o simplemente un dibujo de este. Con el tiempo las formas se diversificaron, incluso cada templo le fue dando una forma personal característica en algunos casos.
Si tenéis la ocasión de visitar uno de estos santuarios y entendéis un poquito de japonés os resultará interesante curiosear los negaigoto de los fieles. Además dependiendo de la época los deseos serán de un tipo determinado, así tendremos cientos de “ema” amorosos en San Valentín u otros pidiendo fortuna en los exámenes en época de evaluación escolar, por ejemplo.
Estos ratoncillos también estaban en Ikuta Jinja:
Aquí dos chicas escribiendo su negaigoto en el mismo santuario:
Más “ema”, estos en Hieizan, en Otsu, prefectura de Shiga:
Aquí curioseando junto a mis buenos amigos Mari íngeles y Paco, en Itsukushima Jinja (fijaos en que estas tablitas muestran el famoso torii de Miyajima):
Y en Kiyomizudera, buscando la sombrita:
No muy lejos del centro, a apenas treinta minutos en tren en dirección norte, encontraremos uno de los secretos más valiosos de Kyoto, los valles de Kibune y Kurama. Allí estuvimos hace ahora un mes, en busca del paisaje invernal más tradicional y pintoresco que puede ofrecer Japón.
La guía Lonely Planet aconseja comenzar la exploración del lugar desde Kibune si elegimos el invierno para ello, y así decidimos hacerlo. Hoy mostraré un poquito del trayecto de subida desde la pequeña estación de Kibune Guchi hasta la entrada del santuario sintoísta de Kibune.
En nuestro caso, puesto que salimos desde Sannomiya en Kobe, llegamos a la estación de Hankyu Kawaramachi (河原町) y desde allí caminamos hasta la estación de la línea Keihan (京阪), unos cinco minutos a pie. Una vez allí compramos un billete especial llamado “Kurama-Kibune 1 day ticket” (es el que veis en la imagen):
Por 1140 yenes podemos ir desde la estación de Shijyou (四条) hasta Demachiyanagi (出町柳) y una vez allí tomar el tren panorámico de la línea Eizan (叡山) que nos lleva hasta Kibune Guchi o Kurama. Con el mismo ticket podremos luego hacer el camino de vuelta.
La subida es espectacular si tenéis la suerte de disfrutar de un día con el tiempo que nos tocó a nosotros. Al salir de Demachiyanagi el cielo estaba despejado y bien celeste, pero conforme ascendíamos íbamos viendo como la nieve comenzaba a caer. La siguiente imagen es de la estación anterior a la de Kibune Guchi, su nombre es Ninose:
Una vez en Kibune Guchi paramos para celebrar la llegada tomando una instantánea. También era el momento de pararse a reflexionar sobre la dureza de la excursión que teníamos por delante, el termómetro ya señalaba 0 grados y estábamos en el punto de menos altitud de nuestro recorrido:
Saliendo por la parte derecha de la estación empezamos a caminar cuesta arriba siguiendo la carretera:
Una paradita para tocar la nieve. Lo cierto es que para mi era la tercera vez en mi vida que tenía la ocasión de pisarla:
En el camino una señal nos avisa de que los animalitos del bosque lloran si hay un incendio 🙁 :
Las carreteras de montaña en Japón suelen ser estrechitas, en muchos lugares de un carril único en algunos tramos, obviamente se usa el mismo para subir y bajar, de modo que estos espejos son más que necesarios:
Aquí Ana y Yito hacen un alto en el camino para averiguar que dice el cartel. Se trata de un lugar llamado “Hotaru Iwa”, literalmente “La Roca de las Luciérnagas”. La pureza del agua es bastante alta, pues de no ser así es poco probable que estos coleópteros puedan criar allí. Debe ser un espectáculo pasear por este rincón en una noche de verano:
Por todo nuestro camino tenemos a nuestro lado derecho el río Kibune:
Y tras una media hora de camino comenzamos a ver las primeras casas, convertidas en restaurantes en su mayoría:
Para llegar a Kibune Jinja hemos de pasar de largo una vez ante la escalera que posteriormente habremos de tomar para dirigirnos a Kurama, cuyo punto más alto se sitúa a 634 metros sobre el nivel del mar:
Junto a la entrada de uno de los espectaculares restaurantes de Kibune Gawa estaba este simpático tanuki:
En estos establecimientos se puede disfrutar durante la temporada estival de las comidas conocidas aquí como kawa-doko, servidas en plataformas sobre el mismo río. He oído que se trata de una de las experiencias más refrescantes que nos puede ofrecer el extremo verano de Kyoto, aunque los precios suelen ser bastante altos y se recomienda reservar.
Tras este puente está el camino de ascenso a Kurama. Aprovechamos para sacar esta foto:
Y, como os decía, hoy llegaremos hasta el torii de entrada del satuario de Kibune. Desde aquí continuaremos en un próximo post:
Pontocho es uno de los barrios con más solera de Kyoto. Se encuentra en el margen izquierdo del río Kamo.
El domingo mientras paseaba por allí pude saber que también se ha convertido en un sitio poco seguro, al menos a juzgar por algunos carteles que por allí tiene distribuidos la policía.
El aviso nos alerta en concreto acerca de la amenaza de los tironeros que pululan por la zona (“hittakuri” significa “tirón”). También nos recomienda que no coloquemos el bolso en la cesta de la bicicleta, que llamemos al 110 (el número de teléfono de la policía en Japón) si tenemos algún problema y que evitemos pasear por la noche por lugares oscuros. De modo que parece ser que incluso el muy seguro Japón tiene sus puntos débiles.
Uno está mal acostumbrado a este estado de permanente seguridad y aún cuando encuentra este tipo de advertencias no puede evitar estar en situación de baja alerta.
Además esta parte de Kyoto tiene un especial encanto cuando uno se pierde un poco por sus callejones repletos de neones que nos invitan a resguardarnos en enigmáticos (siempre lo son para el “gaijin”) garitos del frío y la nieve de días como el pasado domingo.
Esta última imagen la tomé junto a la puerta de uno de esos locales. Se ve que lo de la hospitalidad japonesa también va con los gatos.
Imagino que a estas alturas la película es por todos conocida y de no ser así ya tardáis en correr al videoclub a alquilarla. “Lost in Translation” nos ofrece un deleitable paseo por Japón, acompañados de una encandiladora Scarlett Johansson y de un arrebatador Bill Murray. La he visionado un par de veces; recuerdo que la primera vez fue al poco tiempo de llegar a Japón, y la segunda vez más recientemente. Realmente se podría decir que fue como ver dos películas distintas. La experiencia de mi estancia aquí me va sugiriendo paulatinamente nuevos puntos de vista.
Una de las escenas más hermosas de la película es sin duda aquella en la que el personaje de Charlotte viaja durante un día a Kyoto (lo que en Japón se conoce como 日帰り, higaeri). En su excursión visita el famoso templo de Chion In y el monumental Heian Jingu, dos de las perlas de visita obligada en la ciudad. Aquí tenéis la escena en cuestión:
El pasado mes de agosto la casualidad nos llevó a seguir los pasos de Charlotte. Lo hicimos bajo un sol abrumador pero al lado de dos buenos amigos, lo que hizo que ese sofocante calor fuera más liviano. A ellos les dedico esta entrada.
Y para hacer más amena la visita al blog hoy os propongo que escuchéis la canción que tenéis justo bajo estas líneas mientras miráis las fotos, “Kaze wo atsumete”, uno de los temas de la banda sonora del filme de Sofia Coppola.
La imponente fachada del Chion In con otra guapa rubia en su escalinata, no es Scarlett, es Mari íngeles.
Y tras la fachada más escalones…
¡Y ahí que voy yo a subirlos!
Mari íngeles y Paco se toman un descansito ante el verdor de los jardines del templo.
Kayo también se dispone a hacer lo propio mientras charla con Paco.
Esta foto te la he robado, Paco. Me gusta mucho porque recuerdo la grata conversación con aquella señora.
En otro lugar, no demasiado lejos de allí pero un poco más al norte, se encuentra el Heian Jingu. En los aledaños podemos encontrar a varios Jinrikisha como el de la imagen.
Si imponente era la fachada del Chion In la del Heian no lo es menos.
Mari íngeles depurando sus virtudes.
Un aspecto del interior del recinto desde la entrada.
Qué suerte tuvieron nuestros amigos con el cielo, pasaron calor, sí, pero no se quejarán de la luz que les regaló agosto.
Contrastes de color.
Un pequeño canal que refrescaba un mínimo el ambiente.
En la foto original a tamaño completo se pueden contar pocas personas que no se estén cubriendo la cabeza. Recomendaría que si visita alguien este templo lo haga en un mes menos caluroso. Charlotte fue más lista que nosotros 🙂 .
Me consta que uno de los escenarios más hermosos que Japón nos puede ofrecer es sin duda el atardecer en Kyoto. No es que la ciudad pierda su encanto durante el resto del día, pero a la caída de la tarde la ciudad está especialmente bella.
Pasé por allí en agosto por última vez, concretamente el día 17, que dicho sea de paso aclaro que es el día que un servidor cumple añitos. Ese día estuvimos toda la jornada de paseo por la antigua capital, de modo que cuando el sol comenzaba a caer decidimos volvernos a Kobe para descansar un rato antes de salir a celebrar dos cumpleaños, ya que mi amiga Mari íngeles cambiaba de números un día antes que yo.
Estas imágenes son de aquella tarde en la que la luz nos regaló el cielo que veis:
En el barrio de Gion,
en el río Kamo,
en los cristales de la Estación de Kyoto,
y sobre la Kyoto Tower.
Este año el destino quiso que el día de mi cumpleaños pudiera estar en buena compañía y en un lugar sencillamente encantador, Kyoto. Cierto es que fuimos a elegir uno de los días más calurosos para ir allí, con un sol de justicia que me hizo arrepentirme en más de un momento de haberme olvidado las gafas de sol en casa, especialmente cuando se nos ocurrió visitar Heian Jingu.
Ya por la tarde andábamos por los alrededores de Kiyomizudera cuando nos cruzamos con un grupo de fotógrafos que seguían a una señora ataviada con un kimono a lo geiko y con un peinado al estilo “ofuku”. En esto último igual me equivoco porque no es que yo tenga precisamente experiencia en eso de distinguir los diferentes peinados. El caso es que de estar en lo cierto lo de “ataviada” cobraría un mayor grado, primero porque la mujer en cuestión no es una auténtica geiko sino una señora que un buen día decide pasar por un estudio del barrio de Gion donde la visten, la maquillan y la peinan para luego darse un garbeo por allí, y en segundo lugar porque el peinado “ofuku” se supone que está reservado a las maiko que acaban de cumplir dieciocho años o a las que llevan tres años de aprendizaje. En fin, de todos modos la pista más clara para pensar que se trataba de una “falsa” geiko era la serigrafía que mostraba la camiseta de uno de los fotógrafos, el que seguramente estaba pagado por la señora en cuestión para la realización de un álbum personal. La camiseta tenía la publicidad de un estudio fotográfico de Kyoto. En cuanto al resto de fotógrafos no estoy seguro pero me consta que existe un servicio en este tipo de establecimientos que por unos pocos billetes de mil te ponen a una modelo con “disfraz de serie en un marco incomparable” para llenar varias tarjetas de memoria con cientos de “jotapegés”. He visto ya a varias chicas posando de ese modo por el puerto de Kobe y hay muchos anuncios en las revistas especializadas, algunos de ellos para fotografiar incluso desnudos.
Una vez que salimos de aquella zona pasamos por Gion y allí, en una de sus callejuelas, junto a un canal flanqueado por sauces, volvimos a encontrarnos con la misma mujer y su comitiva. Allí pues aprovechamos para tomar nosotros también algunas fotos.
Los japoneses que se acercaban a curiosear tampoco tenían muy clara la autenticidad de la geiko, pero dudaban. Lo pude comprobar cuando pregunté directamente a algunos de ellos para recibir un “chotto bimyou…” por respuesta.
El hecho de que sea o no auténtica lo veo como algo anecdótico. De hecho imagino que ha de ser uno muy entendido para distinguir las sutiles diferencias en algunos casos. No creo que alguien ajeno a ese mundo pueda llegar a disfrutar plenamente de una reunión con auténticas maiko o geiko, por ello me resulta de lo más esnob ver a esos “guiris” que llegan al lugar en un coche con cristales ahumados y salen de él, con sus gafas de sol puestas (ya sabemos todos la claridad cegadora del interior de un coche con los cristales opacos) sin pausa cuando el chófer les abre la puerta, como si con esas prisas quisieran mostrar a los presentes que “están en el taco”. Me consta que se dejan una buena pasta en esos garitos para después poderlo contar a sus colegas en el club de golf, en fin, con su pan se lo coman. Es algo que no me invento, estos ojitos lo han visto.
Y digo que es algo anecdótico porque el hecho de que haya un número determinado de geiko o maiko paseando por Kyoto es un atractivo que la ciudad sabiamente cultiva.
A propósito del tema, si alguien tiene interés recomiendo la lectura de un libro titulado “Vida de una Geisha” y firmado por Mineko Iwasaki, una ex-geiko del barrio de Gion Kobu que tras acceder a ser entrevistada por Arthur Golden (escritor de “Memorias de una Geisha”) quedó muy decepcionada al ver que en el libro del de Tennessee quedaban algunos tópicos, del todo inciertos según su apreciación, acerca de los cuales ella había matizado con bastante detalle en el transcurso de sus encuentros con él. No he leído “Memorias de una Geisha”, la verdad es que tampoco es que arda en deseos de hacerlo (se me ocurren cientos de títulos a los que daría preferencia), y el libro que os recomiendo tampoco me va a llevar a aficionarme al tema, pero creo que refleja de un modo más que certero, por las innumerables referencias que contiene y por estar escrito por alguien que conoce a la perfección el tema, el mundo de las geisha. Además está disponible por cinco euritos, que hoy en día tal y como está el patio podríamos decir que es regalar un libro en España.
Hace unos días os hablaba acerca de la Kyoto Zokei Geijutsu Daigaku, universidad que visité el pasado domingo. Pues bien, tras aquella visita aprovechamos la luz de la tarde para pasear desde los aledaños del santuario sintoísta Heian Jingu hasta el Parque de Maruyama. Bonita luz pero en una gélida tarde. En mi camino saqué algunas fotos que quiero mostraros hoy para que también sea vuestro paseo. Vamos pues con la pequeña ruta.
Comenzamos en Jingu-michi (神宮道), justo al lado del Museo Municipal de Arte de la ciudad (京都市美術館). Allí se yergue un impresionante Torii cuya construcción data del año 1929. Recientemente fue restaurado, por ello se ve tan reluciente.
Por debajo de él pasaban algunos jinrikisha, con unos carritos muy modernizados, provistos de luces señalizadoras.
En el mismo lugar hay un canal de agua que baja desde la montaña en dos brazos y que recibe un tercero desde el lago Biwa, para finalmente desembocar en Kamogawa.
Siguiendo en dirección sur llegamos a un cruce con una calle ancha que de seguirla hacia el oeste nos llevaría al río Kamo, justo frente a Pontocho. Pero no vamos a hacer ese camino, lo que os quiero mostrar es una pintoresca esquina que allí podemos encontrar:
Y como me gustó pues quise acercarme…
echar un vistacito…
y volver para proseguir el paseo.
Y lo mejor es que no es esa la única esquina que hará que nos paremos a contemplarla. La luz de la caída de la tarde colorea los edificios en una gama de tonos cálidos dignos de la paleta de un impresionista.
írboles centenarios cuyos troncos y raíces cubre el musgo. No hay sensación de tranquilidad que supere a la de admirarlos.
De repente nos topamos con la fachada principal del templo Chion-in (知恩院), ya estamos en Maruyama Kouen (円山公園).
Allí los cerezos se preparan para su inminente floración. Visitar este parque durante esos días os puede proporcionar una experiencia única, es todo un espectáculo. Pero mientras tanto los sakura permanecen con sus ramas desnudas.
Otro espectáculo nos lo proporcionan las jóvenes ataviadas con sus kimono que pululan por la zona.
Estas con algún problemilla con el viento:
En este grupito también había un chico. Y esta es una foto dentro de otra, pues una turista pidió a estos chicos que posaran junto a ella para inmortalizar un instante que seguro que rememorarán muchas veces una vez concluido el viaje.
Seguimos bajando y en uno de los callejones que emprenden el camino hacia Kiyomizudera veo un restaurante con sala de té. Echo un vistazo a través de una de las ventanas y encuentro lo que veis en la foto:
El domingo, por casualidad, nos encontramos con que en Maruyama hacían una muestra del arte de las geiko de Higashiyama (東山), área en la que encontramos el famoso distrito de Gion (祇園). En la siguiente imagen tenemos un puesto de amazake, un tipo de sake dulce, y ameyu, un tipo de almíbar caliente.
Y entrando por esa puerta que queda tras el puesto me encontré con una auténtica geiko que estaba en el lugar posando para ser fotografiada con los visitantes. Esta chica no es una de esas maiko de un día disfrazadas para dar una vuelta por Kyoto (hay agencias en Kyoto que prestan ese servicio), esta chica es una geiko ya consagrada. Amablemente posó junto a mi y tras tomar la foto me dijo “ookini” abriendo mínimamente los labios, en un alarde de la elegancia (“ookini” es el equivalente al “doumo” o el “arigatou” en Kyoto y parte de Kansai).
A continuación os muestro un par de videos (perdonad la baja calidad de ambos esta vez) en el que podemos ver a dos geiko bailando al ritmo del shamisen. La voz es de la misma persona que toca el citado instrumento.
Y saliendo de Maruyama, junto a la entrada del santuario sintoísta de Yasaka, encontramos algunos puestos de comida que yo diría que son regentados por personajes de dudosa reputación… Estos de la foto seguro que trabajan para alguien, pero al menos son simpáticos con los visitantes. A propósito, el puesto es de takenoko, raíces hervidas de bambú.
Y para acabar este post os muestro una imagen nocturna tomada desde la escalinata de acceso a Yasaka Jinja.
Espero que hayáis disfrutado el paseo!. Un saludo a todos y buen fin de semana!.
El lugar Kyoto, la hora las cinco y cuarto de la tarde, con mucho sol pero mucho frío. Esperamos la llegada del autobús pero aún tardará unos minutos, de modo que decido moverme un poco por los aledaños de la parada para tratar de tomar alguna foto. De repente una bici se acerca y en la cesta delantera un chiquillo, ataviado con su casco y su ropita de abrigo, clava sus ojos en el gaijin de la cámara, mientras su padre pedalea. Aprieto el botoncito, se abre el diafragma y aquí está:
He llegado a ver a una mujer llevando a tres críos en una bici. Pero la verdad es que uno no duda de la seguridad que proporcionan los padres a sus hijos antes de subirlos a la “charinko”.
Esta de la foto es una bici provista de un pequeño motor que hace más llevadera la subida de las abundantes cuestas que uno encuentra por aquí. Al llegar a casa la pequeña batería se deja recargando como si fuera un teléfono móvil.
Fijaos que en la parte trasera hay otra cesta con su malla elástica asegurando su contenido (no vayáis a pensar que este señor es Spiderman… ;-)).