Estaba esta misma tarde ojeando las estanterías repletas de figuras a escala de una tienda llamada Yellow Submarine cuando encontré la que podéis ver en la foto. Me hizo gracia además el nombre del modelo: Vito Van. Como sólo pedían 300 yenes por ella me la traje. Me hizo recordar los cochecitos de Guisval que tenía cuando era niño, aquellos geniales juguetes. Veo en internet que esa misma marca continúa fabricando miniaturas, pero a los nuevos modelos les falta el encanto de sus antecesores de los ochenta. Debería haberlos conservado. Y vosotros, ¿mantenéis aún algún juguete de vuestra infancia?
Apenas han pasado dos meses aún de que adquirí mi Canon 40D, pero lo cierto es que ya he tenido que visitar el servicio técnico. Nada importante si tenemos en cuenta la rapidez con que ha sido resuelto el problema y el hecho de que la cámara, por supuesto, está en garantía.
La avería estaba en el conmutador de encendido, que en ninguna de sus posiciones trabajaba, algo que ocurrió de repente y en dos ocasiones: en un primer momento la cosa fue momentánea y tras un corto periodo de tiempo la cámara volvió a funcionar, pero días después volvió a aparecer el problema, y fue entonces cuando decidí asegurarme llevándola a Osaka, donde se encuentran las oficinas de Canon, en el edificio Umeda Daibiru, que lleva el nombre de la zona de la ciudad en la que se ubica.
En la planta baja se encuentra el servicio técnico. Allí me entregaron la máquina que además de reparada estaba impoluta de la limpieza a la que las lentes y el sensor habían sido sometidos. De nuevo yo como un niño con zapaticos nuevos. 😀
Para aprovechar la visita me di una vuelta por la galería, que cuenta con dos secciones: una dedicada a las fotografías de los alumnos de los cursos que Canon imparte, y una más espectacular destinada a albergar exposiciones de artistas de renombre. Ahora mismo podemos ver la de Nagae Kazuyuki, en la cual se muestran algunas instantáneas impresionantes del rodaje de la película “Oyou”.
Sin salir de la misma planta podemos acceder a una sala en la que se expone toda la oferta actual de Canon en cuanto a cámaras, objetivos e impresoras. Allí las chicas del personal nos hicieron un pequeño obsequio muy simpático: los dos paipai (uchiwa) que veis abajo.
Siendo franco uno no es precisamente alto lo que se dice alto. Españolito corriente de media estatura. Y la verdad es que no ser un Pau Gasol es algo que facilita mucho las cosas a la hora de vivir en Japón. Como muestra un botón, fijaos en el izakaya que descubrimos el domingo pasado en Kobe, a eso llamo yo un “óptimo aprovechamiento espacial”:
Por cierto, el lugar se llama Munakata y su especialidad es el Umeshu, tienen varias decenas de cocktails a base de licor de ciruela, y algunas comidas también contienen dicha fruta. Un lugar interesante si no padecéis de claustrofobia y si lleváis bien eso de sentaros al estilo japonés 😉 .
Seguramente habéis visto alguno de esos sellos que los japoneses usan del mismo modo que nosotros usamos nuestra firma. Existe una versión más artística que pintores y calígrafos estampan en sus trabajos y que de por sí constituyen otra obra de arte.
Siempre me han atraído estos últimos y un día encontré en una tienda de “shodo” todo lo necesario para fabricarme mis propios “in”. Además un kit no era nada caro, de modo que me aventuré a probar. Y lo cierto es que el resultado es bastante convincente.
Un sello siempre supone un bonito regalo para un amigo, especialmente para aquellos que de vez en cuando tienen la buena costumbre de usar el correo tradicional. Además ellos siempre sabrán distinguir entre un presente así y cualquier otro, pues el tiempo que empleamos en realizar el trabajo es también el tiempo que pensamos en ellos.
Hoy trataré de mostraros cómo hacer un sello. Empecemos por ver los materiales que usaremos:
A la izquierda tenemos tres piedras diferentes. Su precio es muy variado, pero puedo deciros que ninguna de las que aparecen en la imagen supera los 300 yenes. Su aspecto es parecido al del mármol y de hecho juraríÂa que de ese tipo de caliza de trata. Lo que veis a la derecha es una especie de gato hecho con dos tacos de madera (en el centro se les ha practicado un corte en ángulo) que están unidos por medio de dos tornillos con sus palometas para agarrar bien la piedra. No recuerdo el precio de este utensilio, pero no creo que superase los 500 yenes. Finalmente debajo tenemos un estilete de doble punta con el que realizaremos la talla.
Bueno, primero necesitamos un dibujo de los ideogramas o los kana que tengamos en mente para nuestro sello. En el caso de las imágenes que veis elegí los caracteres hiragana correspondientes a “A-na” (あな) pues queríÂa hacerle un regalito a mi amiga Ana. Yito se encargó de escribir varios tipos y yo escaneé el que más me gustó. Con ayuda de Photoshop estiré el diseño para adaptarlo a la base de la piedra, cuadrada en esta ocasión. Después imprimí el resultado pero invirtiendo los colores y volteando la imagen horizontalmente, pues es obvio que tenemos que tallar la imagen en sentido contrario al que aparecerá en el papel (todos tuvimos nuestras sesiones de Barrio Sésamo, ¿no? 😉 ).
Luego coloqué un trocito de papel de carbón sobre la piedra y usé celo para fijarlo bien. Sobre este puse del mismo modo el diseño impreso. Aquí podemos ver esta fase del proceso:
A continuación con un lápiz bien afilado rellené la parte en blanco del dibujo y retiré el papel y el carboncillo. El dibujo se ve de manera muy tenue, por eso yo siempre lo repaso con un rotulador permanente de punta fina:
La siguiente fase es la más delicada, aqué necesitaremos un poquito de pulso y buen control de la mano, pues a la míÂnima que nos descuidemos se nos va el estilete y nos cargamos el motivo. Mi consejo es tallar con suavidad y lentitud, cavando el surco en varias pasadas. De vez en cuando necesitaremos hacer pruebas sobre papel con un tampón (el que veis en la foto es de una de esas tiendas de todo a 100 yenes):
Una vez que conseguimos la impresión deseada ya tenemos listo nuestro sello. Si quedan imperfecciones siempre podemos suavizarlas con una lija de agua del tipo más fino que encontremos:
Para que nuestra pequeña obra esté siempre bien conservada podemos usar una de las cajitas que encontraremos en las mismas tiendas que venden el resto de los materiales:
Pues ya habéis comprobado, los materiales están al alcance de cualquier bolsillo, el proceso es bastante entretenido sin requerirnos demasiado tiempo y, como dicen los de Master Card, la sonrisa de una amiga no tiene precio 🙂 .
-cuarto y mitad de japoneses
-cuartito de españoles
-vino de la tierra
-cervecitas
-chu-hai
-la paella de Michio
-una playita
-un trípode
-una cámara con disparador automático
El pasado fin de semana se celebró la octava edición del Shinkaichi Ongakusai, el festival de música del barrio que lleva el mismo nombre. Era la primera vez que íbamos y sólo pudimos asistir a los eventos programados para el domingo, pues el sábado estuvo lloviendo todo el día.
Shinkaichi queda al oeste de la estación de Kobe, se puede llegar andando apenas cinco minutos. En esta zona de la ciudad encontraremos una calle larga que está flanqueada por unas grandes esculturas que muestran la silueta de un hombre ataviado con un sombrero. Dentro de esta calle está el edificio del Art Village Center, donde tienen lugar algunos festivales de cine interesantes (allí se celebró hace ahora cuatro años el Hispanic Beat). En una ocasión oí de la boca de un viejo residente que este lugar fue pionero en la proyección de cine en todo Japón.
Si uno sigue subiendo la calle en dirección norte se encontrará con una gran galería que está llena de establecimientos de pachinko y slot, pero donde además econtraremos algunos de los restaurantes con más solera de la ciudad.
La zona fue antaño el centro de la diversión de Kobe, lo que ahora es Sannomiya. Es curioso que en la actualidad los ciudadanos se refieren al lugar como a un sitio peligroso y falto de interés. Es cierto que junto a Shinkaichi está Fukuhara, una zona llena de prostíbulos, y aquí es inevitable establecer la conexión entre un lupanar y el hampa.
A favor del barrio de Shinkaichi puedo decir que a pesar de las pintas que podamos encontrar la gente suele ser bastante campechana, menos estirada que la que pulula por zonas supuestamente más “decentes”. Las primeras impresiones suelen tener poca validez en más de una ocasión, y en más de dos. Esto me recuerda cuando una vez mientras escuchaba a una chica tocar la guitarra en la puerta de la estación se me acercó un vagabundo y me ofreció un café…
Al final de aquella galería de la que hablaba antes está en parque de Minatogawa. Allí colocaron el “main stage”, aunque a lo largo de todo Shinkaichi se sucedían las actuaciones de grupos de música de todos los estilos, hasta flamenquito tuvimos.
En Minatogawa Kouen también instalaron algunos puestecillos de comida de varios países (Corea, Sri Lanka, México, Ecuador…) y tenderetes de arte y artesanía.
En uno de esos tenderetes conocimos a una chica de origen coreano llamada Sai, muy simpática y bastante guapa. Estaba vendiendo sus postales, algunos muñecos y realizando retratos por 500 yenes. Esta que veis en la imagen es Sai:
Para ella posamos Ana, Yito y un servidor. ¿Nos veis parecido? 😉 :
El caso es que Sai no era la única chica que estaba por allí dibujando retratos, también estaba Chika Tanikawa, para quien también posamos pero esta vez por separado. Aquí tenéis una pequeña muestra de Chika en acción, video incluido:
Y aquí estamos los tres, que parecemos recién salidos de un manga, Dios, qué guapísimos 😀 :
Este señor era simpatiquísimo, todo un crack. Tampoco quiso volverse a casa sin su retrato. Al despedirse de nosotros nos regaló un “adios” muy español y todo:
Hace un año un grupito de españoles, hispanos y japoneses nos reunimos en Osaka para pasar una agradable velada. Se trataba de una concentración de esas que son ahora, a mi manera de ver las cosas, mal llamadas “quedadas”. Lo digo porque en el caso de muchos de los asistentes, entre los cuales me cuento, no pudimos “quedarnos” hasta el final porque había que coger el último tren de vuelta.
Nunca había asistido a un evento como aquel y no sabía cómo saldría la cosa, sinceramente. Pero lo cierto es que tuvimos la ocasión de conocer a gente muy maja, algunos siguen por aquí y otros ya volvieron a sus ciudades de origen. Un buen recuerdo sin duda. Muy buen rollito.
Por ello cuando hace unos días mi amigo Flapy me preguntaba que qué me parecía lo de organizar otra de estas reuniones en mayo le contesté que contase conmigo.
De modo que convocamos a los blogueros que andéis por Kansai y cercanías y tengáis ganas de pasar un buen ratillo en la tarde-noche del sábado 24 de mayo. La cita será frente a el cartel del corredor de Glico en el puente peatonal de Dōtonbori, a eso de las 19:30. Si pensáis asistir contactad con David o conmigo para que podamos hacernos una idea de cuántos seremos y poder organizar todo un poco mejor.
Una cenita en izakaya puede salir alrededor de los 3000 o 4000 yenes por cabeza. Después de eso siempre queda gente con ganas de continuar la fiesta.
¿Os animáis?
Vista nocturna de Osaka desde la Tsutenkaku Tower.
Tomé el nombre de una pastelería del barrio para mi blog. Recuerdo que estaba abriendo la cuenta en aquel sitio llamado bitacoras.com (del que muchos tuvimos que salir algún tiempo después porque el servidor fallaba más que los augurios de la bruja Lola) y tenía todos los campos requeridos rellenos excepto el del título del blog. Entonces me puse a pensar en cosas cercanas que supuestamente guardaran algún vínculo con lo que en lo sucesivo fuera a aparecer en mi página. Y dicen que no hay nada más evocador que un aroma, de modo que pensé en los que asocio a este rincón de Kobe. Así llegué a una pequeña lista de tres opciones concretas: el café, el té houji y el bizcocho de Motomachi Cake.
El primero de ellos me pareció demasiado común dentro de la ciudad. Hay buenísimos cafés en Kobe. Obviamente no hablo de ninguna de las cadenas modernas de cafeterías sino de las clásicas kissaten que hay repartidas por doquier, por tanto no me pareció un elemento distintivo.
El segundo es uno de los olores que siempre recuerdo como de los primeros que pude retener el día que llegaba a Japón por primera vez. Tiene para mi un significado especial y guarda toda esa confusión que experimenta el recién llegado, la excitación ante lo mucho que le queda por conocer.
De manera que solo me quedaba una opción. Si abro por la mañana la ventana de la terraza entra por ella el aroma de la harina, los huevos y el azúcar recién horneados que viene de Motomachi Cake. El nombre me pareció perfecto y me sigue pareciendo muy adecuado.
Hoy pasé por la tienda a comprar unos pasteles y estando allí pensé que le debía una pequeña dosis de veneración. Después, en casa tomamos un cafelito y aproveché para sacar una foto del “pastelito de Motomachi”. Este en concreto es el más popular de la pastelería:
Se llama “zakuro” (ざくろ), que significa “granada” en español, pero curiosamente sus ingredientes no tienen ninguna relación con el fruto del granado. Quizás debe su nombre a su apariencia. Sea como fuere la cosa es que es una delicia que tan solo cuesta 250 yenes. Se trata de una de las joyas de la repostería local, cualquiera que presuma de conocer la ciudad habrá oído hablar alguna que otra vez sobre Motomachi Cake.
Lo cierto es que desde hace unos días están de reformas, pero mantienen el negocio mientras tanto en una pequeña tienda anexa, además de la que existe en los almacenes Daimaru.
Si sois golosos, como nosotros, y pasáis por Kobe no dejéis de visitar Motomachi Cake.
Igual hasta coincidimos por allí 😀 .
Se terminaron nuestras vacaciones, ya estamos de vuelta por Kobe. Llegamos ayer a eso del mediodía y ahora estamos sufriendo la descompensación horaria.
En Kobe tenemos 4 grados cuando el reloj marca las 19:00 horas. Esta semana se espera que el mercurio baje hasta los 0 grados. Eso, unido a los cielos grises que ahora cubren Japón, hará que echemos bastante de menos Andalucía. Habrá que apechugar…
Y mientras vamos cogiendo el ritmo os dejamos con algunas de las fotos de nuestra estancia en España.
La Catedral, monumental, ingente, tanto que incluso habiendo nacido y vivido en Sevilla por veintiocho años sigue sorprendiéndome cada vez que paso por sus aledaños.
La Real Maestranza. No hace falta que uno sea instruido en aquello de la tauromaquia para ver la belleza de esta plaza.
Y hablando de plazas ahí van un par de fotitos de nuestra visita a la de Ronda 😀 .
Otra visita se la hicimos a Aracena, en Huelva, lugar al que fuimos entre otras cosas para traernos una paletilla de esas de cerditos ibéricos engordados con las bellotas de los alcornocales de las dehesas de la zona.
Yito mirando el horizonte con sus cabellos al viento, bajo el castillo de Aracena.
Aquí un servidor posando junto a un viejo escudo bético en el lugar que ocupó una peña del equipo centenario. Resultó grato ver que Aracena es verdiblanca en lo futbolístico.
Aquí Yito dando fe de que la misión había sido cumplida con éxito. 😉
Y para cerrar esta entrada una foto en la que me veo rodeado de artistas. Son Javi, Julio y Cristina.