Esta foto fue tomada el día 26 de septiembre del año pasado:
Esta otra imagen es de hoy:
Ambas distan un año entre sí, justo el tiempo que el señor Shinzo Abe, el último primer ministro de Japón, ha ostentado dicho cargo. Las razones son principalmente tres:
– la reciente derrota en las elecciones al Senado
– su fracaso en el intento de prorrogar la misión de las tropas niponas en Afganistán (la llamada misión “de apoyo logístico”, un eufemismo conocido)
– la dimisión de cinco de sus ministros y el suicidio de otro
En fin, el panorama político no es precisamente halagador en Japón, ahora toca buscar a un sustituto que esté a la altura. El Partido Democrático Liberal tuvo mejores momentos.
Recuerdo la situación en España hace unos años, cuando el Partido Popular se dedicaba a desoír la opinión pública, claro que la cosa le acabó pasando factura. Aunque siempre me ha preocupado la falta de memoria histórica de mi pueblo. Eso de tropezar en el mismo sitio es algo muy nuestro, como también lo es la obstinación.
Ayer leía las noticias y no salía de mi asombro. El señor Rajoy declaraba públicamente lo siguiente: “Me dedicaré en exclusiva a ganar las elecciones. Todo lo demás ahora no me interesa. Exijo al PP que se dedique a este único objetivo. Lo demás no nos importa.”, son palabras textuales. Terminaba diciendo que pedía sentido común…
A ver, igual yo ando un poco perdido, pero yo creía que esto no iba de ganar nada, que esto iba de hacer política, de hacer las cosas bien, o ya no bien, sino lo mejor posible, de darlo todo por el país al que uno representa, porque se trata de eso, de representar, nadie dijo nada de que pudiera uno hacer lo que le saliera del cimbel, con perdón. En España ya tenemos demasiadas competiciones como para implantar una nueva disciplina nacional. Para ganar ya tengo yo a mi Betis, para ganar y para perder (y por cierto que cumpla muchos más, 100 añotes).
No se puede ser más irresponsable al decir no sólo que se dedicará sólo a ganar las elecciones sino que desde ahora no le interesa otra cosa. Y se queda el hombre tan pancho, más pancho que ancho, tan fresco, y se sacudirá la chaqueta pensando: “anda que no he estado bien ni ná, un pico de oro que tiene el nene…”.
Pues eso es lo que tenemos como políticos, eso es lo que hay, señores.
Una nota aclarativa:
A raíz de algunos comentarios me gustaría aclarar un par de cosillas. Lo primero que quiero dejar claro es que este blog no es ni pretende ser un monográfico sobre japonología. Se trata de un blog personal en el que su autor, un servidor, escribe sobre cualquier aspecto que le parece de interés o simplemente sobre algo que le apetece tratar en un momento determinado, algo que siempre trato de hacer con humildad y lejos de cualquier intención de ir sentando cátedra por la vida. Dada la circunstancia de que me encuentro viviendo en Japón pues gran parte de los contenidos guardan una estrecha relación con este país, sus aspectos culturales, su sociedad y lo que se tercie. Y si resulta que a diario hay un cierto número de internautas que me siguen pues estupendísimo, agradecido que estoy a todos vosotros, de corazón.
La entrada de ayer, bajo mi punto de vista, fue malinterpretada, o al menos es la impresión que me queda. Quizás porque yo no fui lo suficientemente claro o quizás porque nos empeñamos en ver las cosas de un modo extremadamente simplista. Quiero decir que las cosas no son necesariamente blancas o negras, que uno no tiene porque estar siempre de un lado o de otro, que ser críticos con la actitud de un cierto individuo no quiere decir que quien ejerce tal o cual juicio esté alabando la de otros. Nada más lejos de mi intención. Vamos, que también me escandalizan cositas como esas becas del MEC para “programas de inmersión lingíŒística” en los que se le dan a un chavo 1000 euracos para que se los pula en Malta a base de botellones. Verbigracia.
Hay un artículo de Pérez-Reverte en el que queda perfectamente reflejado el sentimiento que muchos ciudadanos creo que tenemos al respecto de este tema de la confusión. Si os interesa os lo recomiendo. No tiene desperdicio. Lleva el título de “Treinta siglos, a subasta”, tiene dos partes, aquí tenéis la primera y aquí la segunda.