Archive for the ‘Sociedad’ Category

Lo que mal empieza…

Friday, February 16th, 2007

Larga historia esta con solución difí­cil. A ver, dejadme que os sitúe. Resulta que uno, como sabéis, trabaja en Japón, pero, claro, una vez al año pues me escapo unos dí­as a Sevilla para estar con mi gente. El resto del año soy uno más aquí­, trabajando seis dí­as y llevando una vida normalita. Digo esto porque me consta que a algunas personas les suena eso de vivir en Japón a lujo, y no es precisamente el caso, no, no hemos visto por este blog fotos de mi coche ni de mi chalet en primera lí­nea de playa ni cosas de esas, más que nada porque no las hay y dudo que las haya (tampoco las pretendo, eso es cierto). En fin, esto viene a cuento de que cuando estoy en España pues me apetece traerme algunas cosillas para no olvidar los sabores de mi tierra a lo largo del año, de modo que este año, aprovechando que las leyes aduaneras sí­ permiten la entrada de lácteos en Japón (la carne es otra cosa, un tema a tratar también muy largo…) me fui a comprar unos quesitos manchegos, un pequeño vicio que tiene uno.

Como son algo pesados y sólo llevábamos una maleta, pues se nos iba el peso del lí­mite marcado por las “amabilí­simas, baratas y comprensivas” lí­neas aéreas (lí­tote), que establece que un bulto, aunque sea la única facturación que dos personas hacen (cada una tiene derecho a 20 kilos, sumen, creo que salen 40) sólo puede ascender a 32 kilos. Esto es nuevo, en diciembre de 2006 fue la primera vez que me hablaron de esto. Y por muy pesada que se ponga la señorita que me atendió en el mostrador de Iberia en Barajas, es la primera vez que me ponen pegas por ello (uno no es Phileas Fogg pero sus millas lleva en lo alto). Bueno, lo de los aviones es otro tema también, todo a su debido tiempo, que me caliento y no paro.

Pues viendo los quesitos me voy a la oficina de correos de mi barrio sevillano para comprar una caja de cartón, de esas reglamentarias de correos. Llego al lugar y veo dos colas: “Admisión” y “Entrega”, y me pregunto a cuál de ellas tengo que ir para comprar la caja. Ante tal interrogante retórica me decido a ir a la cola más corta, la de entrega. Cuando me llega el turno una señorita me dice que eso no puede hacerlo ella, que de eso se encarga “el compañero” (con el funcionariado hemos dado, me digo), a lo que le contesto, de un modo educado pero directo, que no voy a hacer otra cola para comprar una puta caja. La chica recapacita por un momento y le grita “al compañero” (eso de pasar la pelota al de al lado en oficinas de la administración y servicios me suena, un dedja vu???…) “¿cuánto vale la caja grande?!”, a lo que yo raudo y veloz replico “señorita, la caja es mediana”, vivaracha la muchacha. Después le pido el impreso para enviar un paquete postal internacional, puesto que es un incordio hacerlo en el momento de la entrega. Ella me entrega un papel de certificado normal, y le digo: “perdone, pero no es este, se trata de un papelote grandote así­ tamaño A4” (uno ha tenido que enviar algún que otro paquete en los últimos seis años). Ella porfí­a y yo, cansado de tanta incompetencia en tan poco tiempo, dejo el tema. En fin, después de clavarme casi tres euros por un trozo de cartón me vuelvo a casa para preparar el enví­o.

Al dí­a siguiente tengo una caja con café, desodorantes (si vení­s a Japón traéroslo de allí­ que aquí­ hay pocos y son carí­simos y malos, nada como un buen Sanex), crema dental y los quesitos. Diez kilos, que serán enviados a Japón por el módico sablazo de 63,70 eurazos del ala en una cantidad de tiempo que podrí­amos definir como “vaya usted a saber”.
Eso fue el dí­a 11 de enero. Ayer, dí­a 15 de febrero el paquete llegó a casa. Se ve que los viajes largos cansan a las personas y también a los objetos, puesto que nuestro paquete adelgazó por el camino, perdió nada menos que cinco kilitos, sin dieta del natto, él solito. Además, la maravillosa caja de tres euros vení­a hecha un poema.
Cuando abrí­ la caja, obviamente faltaban mercancí­as, en concreto los quesos.

Lo primero que se me ocurre es pensar en la aduana, y llamo a la oficina de atención al cliente en Osaka, pero me dicen, como yo imaginaba, que ante cualquier problemilla por recibir una mercancí­a inadecuada ellos se ponen siempre en contacto con el destinatario, para que él mismo decida qué hacer con esas mercancí­as, si devolverlas o incinerarlas, es el protocolo. También me confirman una vez más lo que hicieron ya antes por carta, decirme que el queso y los lácteos en general sí­ pueden entrar libremente.
O sea, descartamos la hipótesis de la aduana en el aeropuerto de Kansai.

¿Qué opciones me quedan?, buscar el recibo del enví­o, el ticket del pago y luego poner una reclamación.
Primero voy a la web de correos, pero no hay ningún formulario electrónico para este caso, sólo para paquetes no entregados o extraviados. Enví­o entonces una queja a través de la sección habilitada para ello en la misma web. Pero como sé que eso y nada es más o menos lo mismo pues llamo directamente a Correos.

Tras escuchar a varias máquinas de esas de “si está usted encabronado pulse el 1, si está aburrido pulse el 2, si le va la marcha pulse el 3”, me ponen con una señorita que me pregunta por obviedades pero a la que le resulta extraño que yo no haya dicho nada a la persona que entregó el paquete. A ver, un señor de correos llega a tu puerta con un paquete que hace un mes que no ves, paquete que conoces de un rato, y él mismo lo coloca en el suelo del “genkan”.
En fin, ahora tengo que ir a la oficina de Kobe para que levanten un acta en el que acepten por escrito la evidencia de que el peso que figura escrito en la caja no se corresponde con el real. Manda pelotas. Y todo eso para comenzar una “investigación”, dice la señorita de Correos, como si fueran a llamar a Mahone el de Prison Break para buscar mis quesitos fugados de Fox River. Pues eso, todo para en el mejor de los casos recuperar unos 20 euros que apenas alcanzan a pagar uno de los quesos.

Por supuesto que doy por perdidos los quesos, no soy un iluso, más que nada porque ya a estas alturas habrán sido repartidos y quizás digeridos (mala digestión le dé al hijo de puta que los tenga y se gaste una pasta en aspirinas). Por supuesto que cursaré la reclamación.
Pero lo más triste es que ya no confiaré en Correos nunca más para estas cosas, y ese consejo os doy. Una pena, creí­a que era una de las cosas que en España aún funcionaban bien.

St. Valentine´s day

Thursday, February 15th, 2007

Este dí­a que para muchos es idí­lico amaneció en Kobe con un viento terrible y lluvias, vamos, perfecto para salir con la bici a jugarse la vida por esas cuestas de la ciudad ;-).
Bueno, ya dejé más o menos clara mi visión sobre la festividad de San Valentí­n en Japón. Pero una vez que llega no queda más que resignación, eso sí­, una resignación deliciosa, porque qué chocolates, oiga…

Bueno, antes de mostraros los chocolates que recibí­ querí­a enseñaros el cielo que ha lucido la tarde de hoy, de verdad que hoy no hay Photoshop, era como lo veis:

Os los enseño en el orden en que los recibí­. Primero esta maravilla que Eriko me trajo desde Kyoto. Eriko, chica, me da pena comerme esto!!!. Bueno, fijaos en el diseño de la cajita y en los chocolates, una pasada. El de la izquierda tiene whisky (una base dulce), limón (base de leche) y café (una base semidulce). El de la derecha tiene Cointreau (base de chocolate blanco), caramelo (base de leche) y Brandy (base de leche):

Este otro de mi amiga Akiko. En esta ocasión de Mikage Takasugi, en Kobe. Trozos de buen chocolate con almendras, mantequilla normal y de cacao, castañas, naranja, café, etc. Este sí­ que lo he catado y está de lujo:

Hace unos dí­as estaba en Daimaru y se me antojaron estos. Así­ que le dije a Yito que si traí­a algunos que fueran estos. Son de Kobe Morozoff, chocolateros conocidos en todo Japón que comenzaron su negocio en Kobe, rellenos de Brandy y Whisky, un placer eso de mezclar buen alcohol con cacao. Por cierto, Morozoff es una compañí­a que no dejó de producir su chocolate incluso durante la guerra y que sólo paró dicha producción cuando las raciones de azúcar fueron paradas a finales de 1944. Actualmente la compañí­a tiene su base en Rokko Island:

Un grupo de amigas me regalaron esta otra maravilla de Kyoto, cerca de Gion hay una cafeterí­a llamada Tsujiri, donde siempre hay una enorme cola para entrar. Si pasáis por allí­ no dejéis de intentar probar sus productos, por ejemplo el helado de maccha, es una delicia. Estos de la foto son pequeños bocaditos de un chocolate extrafino y blando espolvoreado con té maccha. El sabor de Kyoto derritiéndose en la boca de uno:

También desde Kyoto me han regalado estas chocolatinas con sabor a maccha, sakura. Es increí­ble pero el sabor es de lo más auténtico. Y alguno se preguntará si es que es normal comerse las hojitas de la flor del cerezo. Pues sí­, se preparan pasteles, inciensos y perfumes con esa esencia, y no está nada mal:

Si antes hablábamos de Morozoff ahora le toca el turno a Goncharoff, también de Kobe. Esto es de lo mejorcito que he probado hoy. Súper blando y con un aroma muy fino de Brandy:

Finalmente mi amiga Minako me sorprendió una vez más. Fiel a sus gustos este año me volvió a obsequiar con chocolate de Godiva. Ella me dijo que imaginaba que recibirí­a chocolate, de modo que prefirió ser más original y me regaló este vaso térmico con una tampografí­a de Lost, me gusta!!!!:

Cosas que uno encuentra en su buzón

Wednesday, February 7th, 2007

La publicidad de los buzones no es algo exclusivo de España, no, ni mucho menos. En Japón encontraremos todo tipo de anuncios, panfletos de grandes almacenes, del servicio de reparto de pizza a domicilio, de móviles, etc., etc.
En lugares como donde yo vivo, un modesto apartamentito en un bloque de pisos del centro de Kobe, hay una recepción en la entrada en la que trabaja el “kanrinnin”, el portero de toda la vida, para que nos entendamos. Así­ que el tema de la publicidad suele estar controlado: existe un lugar en el que los repartidores depositan sus tochos de papel y el que esté interesado ya irá luego a coger lo que sea.
Pero es curioso, hay una publicidad que sí­ que llega al buzón, este tipo que os enseño a continuación:

Lo cierto es que nunca he visto a la persona que deja este tipo de octavillas en los buzones, pero cada semana no encuentro menos de diez de ellas (me refiero a los papelitos, no a las nenas ;-)). Imagino que no están donde el resto de la publicidad, junto a la puerta, porque serí­a poco decoroso a ojos del vecindario, y supongo que por ello esta publicidad sí­ que se deposita en el interior de nuestros buzones.

Los japoneses los tienen más pequeños

Friday, January 19th, 2007

Era algo inevitable el tí­tulo de este post, ya sé que es poco imaginativo, facilón, predecible y todo lo que uno quiera, pero es que sigo con mi disritmia circadiana y escribir a estas horas en estas condiciones es lo que tiene…
En fin, obviamente estamos hablando de los cepillos de dientes.
Lleva el que escribe unos tres años en Japón y hay cosas que uno ve ya como propias. Entonces llega el momento de viajar a España, de vuelta al punto de partida para pasar unos dí­as y… pum!!, se encuentra uno con que eso del “cultural shock” no sólo le ocurre en paí­ses diferentes al que está escrito en la cubierta de mi pasaporte sino que en allí­ también puede darse.
Les cuento a ustedes: resulta que cuando llegué a Sevilla llevaba un kit de esos de viaje para lavarse los dientes con una especie de cepillo plegable metido en una caja de plástico de lo más cutre. Las cerdas eran de esas que lo mismo te limpian la boca que te ayudan a limpiar la platerí­a o las bují­as del coche, ya puestos. No era muy agradable el cepillado, no.
En esas que me fui a buscar un cepillo en condiciones y me meto en El Corte Inglés, esos grandes grandes almacenes (ingenioso que está uno con los juegos de palabras, será cosa de la disritmia esa). Yo llevo tres años, os decí­a, en Japón, vamos, que ha llovido mucho en España desde entonces pero que se sigue usando la misma moneda y que la capital sigue estando en Madrid. Y digo esto porque, joder, vaya como se cuelan con los precios, pedir tres euros por un triste cepillo es poco menos que un saqueo. En Japón un artí­culo de semejantes caracterí­sticas no llega a los 150 yenes, tomen ustedes buena nota (esta frase es de Don Manué).
Pero no queda la cosa ahí­, porque cuando me fijo en el tamaño del cabezal del cepillo me pregunto si me he equivocado de sección y en un despiste me he metido en la de guarnicionerí­a y esos son los cepillos para équidos. Error, obviamente no es así­ y lo que ocurre es que durante mi estancia en Japón debo de haber menguado.
Aquí­ os muestro mi cepillo de dientes japonés y el de los tres eurazos del ala:

Por cierto, los dentistas recomiendan en Japón que se usen cepillos de tamaño pequeño para asegurar una óptima higiene bucal.
Otra cosa, ¿os habéis fijado en lo similar que es el diseño de ambos cepillos?, sospechoso…

Tu quoque, Pekochan, filia mi…

Tuesday, January 16th, 2007

Se destapó un nuevo escándalo en Japón. Fujiya, la mayor cadena del paí­s de pasteles y bollerí­a que factura hasta 70 millones de yenes diarios, vendió pastelitos con leche caducada. Os dejo aquí­ un par de fragmentos de artí­culos de prensa sobre el tema:

“La famosa cadena de pastelerí­a Fujiya reveló que vendió 2.000 pastelillos rellenos con crema láctea que habí­an sido elaborados con leche pasada y que ya habí­a caducado el 8 de noviembre del año pasado.

El escándalo llegó a tal nivel que desde ayer cerraron 5 fábricas de pasteles proveedoras de Fujiya, mientras las tiendas de la cadena dejaron de atender hasta que la administración confirme plenamente la calidad de los productos.

El presidente de Fujiya, Rintarou Fujiki, reconoció en rueda de prensa que su empresa se estaba restableciendo de pérdidas de ingresos y déficit desde hací­a 4 años cuando le ha llegado este problema.

La fábrica proveedora de Fujiya que provocó la infracción está en Saitama y desde ahí­ envió pastelillos con leche caducada a nueve prefecturas del paí­s como Nigata, Fukushima, Shizuoka, y en la zona Kanto. Después de la investigación se descubrió que esta fábrica habí­a utilizado leche pasada en siete veces.

Se calcula que ha colocado en el mercado unos 16.000 pastelillos rellenos con leche pasada. El mismo producto defectuoso fue usado también para preparar tortas de manzana en cuatro oportunidades. Además, en esta fábrica se ha llegado a capturar ratas. En 2006 se llegó a matar 50 de esos roedores en un mes.

El presidente Fujiki dijo que desde el descubrimiento del caso se demoró casi dos meses en hacerlo público. “Debí­ hacerlo antes, pero estuve pensando en las medidas que debí­a aplicar para enfrentar problema”.

La cadena Fujiya es un verdadero emporio de los pasteles y los panes con tiendas y caferí­as instaladas en casi todo el territorio japonés. Solo la venta de tortas le representa entre 60 y 70 millones por dí­a, cifra que llega a 100 millones diarios en un fin de semana.”

Esto lo dice el portal http://www.ipcdigital.com/.

Y el Daily Yomiuri Shinbun dice

“Fujiya Co. President Rintaro Fujii said Monday he would resign to take the blame for the confectioner shipping products made from old ingredients.”.

Realmente preocupante. Quizás esto no sea más que, como es habitual en este mundo, la punta de un iceberg que ya es un viejo conocido.
Cualquiera que pase unos dí­as en las islas se dará cuenta del bají­simo precio de este tipo de artí­culos de alimentación. Mejor no pensar demasiado…
En cuanto a la existencia de ratas la verdad es que no me sorprende. Recuerdo una temporadita que pasé en Londres, yo frecuentaba un Dunkin Donuts que habí­a en Piccadilly Circus, donde trabajaban algunos españoles. Uno de ellos me comentaba con cierta asiduidad que encontraba ratones en el sótano, donde se almacenaban las harinas y azúcares con que se preparaban los donuts. Es algo que ocurre por doquier.
En fin, pobres ratas, ellas sí­ que no saben lo que comen. Nosotros seguiremos consumiendo lo mismo, aún a sabiendas de qué es lo que engullimos, somos así­, qué le vamos a hacer…

A propósito, esta chica es la simpática Pekochan, la imagen de la compañí­a Fuyija:

Rebajas de enero

Monday, January 15th, 2007

Huyendo del frí­o busqué en las rebajas de enero…

Así­ comenzaba una canción de Sabina, y hoy llegué a pensar que igual su autor escribió la letra tras un dí­a de enero paseando por las calles de Kobe, qué frí­o hace y cómo se echa de menos el calorcito del sol de Sevilla.
Bueno, como véis ya estamos por aquí­, ya haré un resumensillo ilustrado de nuestro periplo.
Hoy salimos a dar una vueltecilla para tratar de mantenernos despiertos, las cosas de la disritmia circadiana (jet lag en inglés, para que nos entendamos). Un breve paseí­to para volver a probar los sabores de la gastronomí­a nipona y hacer algunas compras para que el frigorí­fico tenga algo de color en su interior.
Después de viajar por Andalucí­a uno no puede evitar caer en las comparaciones, eso sí­, he de decir que ninguna de las partes implicadas sale perdiendo en el cómputo general, cada sitio tiene su cosilla, o cosillas, buenas, malas, mejores y peores.
Hoy me hizo mucha gracia algo que pasó. Pasamos por los almacenes de Comme í‡a Store que hay cerca de la estación de Kobe, y me llamó la atención el bonito cartel que allí­ anunciaba las rebajas de enero. Me gustó y pensé que igual si pedí­a uno sonarí­a la flauta, fetichista que es uno. En fin, se lo preguntamos amablemente a uno de los jóvenes dependientes que nos pidió que esperásemos un momento porque tení­a que ir a no sé donde a preguntar por el tema. Al cabo de un rato apareció con un din A4 con una copia de alta calidad a todo color del póster, pues según normas de la compañí­a los carteles no deben salir de la tienda.
Por supuesto el chico nos pidió perdón.
Este es el cartel, ¿qué os parece?:

Bueno, me hací­a gracia el trato al cliente, quizás un tanto excedido, yo me hubiese conformado con un “lo siento, chaval, pero yo estoy aquí­ para venderte ropita”, pero la verdad es que esa actitud en ellos ayudará a que yo siga comprando en sus almacenes.

En el otro extremo hace unos dí­as estuve en El Corte Inglés de Sevilla, en la Plaza del Duque. Iba yo buscando libros en una zona en la que colocan ofertas y encontré algunos, de modo que con ellos en la mano me dirijo a la caja, donde la dependienta me suelta en un tono chulesco y de lo más descortés: “¿esto de ónde l´as cogí­o?!”, como si hubieran sorprendido a uno mangando, vaya. Y ella se queda tan tranquila, más pancha que ancha, faltando el respeto a un cliente con el que no sólo se permite el lujo de tutearlo sino que lo hace faltándole al respeto. Así­ está el patio…
En fin, el que lea con cierta asiduidad este blog sabrá que no es mi intención la de adular gratuí­tamente a una sociedad que tiene sus defectos, a veces muy gorditos, pero tampoco pecamos por aquí­ de chovinismo, así­ que lo que es del César pues para él.
Cuando ocurra algo a la inversa también aparecerá por aquí­ narrado si uno lo cree conveniente.
Un saludote, ahora ya sí­ desde Motomachi, “Motomachi Blues Again” 😉

Japan Week

Friday, November 17th, 2006

Mi amigo Paco, sevillano viviendo en Salamanca, me comentaba ayer que la ciudad en la que se encuentra acogerá desde el dí­a 20 al 26 de este mes la próxima edición de la Japan Week, un evento que organiza la International Friendship Foundation, y que ya tuvo lugar en España hace unos añitos en Granada (1992) y Sevilla (1997).
Durante la celebración del evento en Sevilla yo mismo colaboré con ellos. Fue una extraña colaboración remunerada consistente en acudir a los eventos, imagino que es una forma de asegurar la continuidad del evento demostrando que cada actividad del programa tiene una buena asistencia de público. De todos modos fue interesantí­simo y muy productivo, pues cientos de voluntarios japoneses llegaron a mi ciudad para primero mostrarnos algunos de los aspectos más relevantes de su cultura y después para establecer un intercambio cultural muy sano. De entre todos los espectáculos a los tuve ocasión de asistir hubo uno de Bunraku que fue una maravilla.
Si tenéis la ocasión de pasar por Salamanca en esos dí­as no dejéis de hacerlo, será interesante.
He mirado el programa (podéis echar un vistazo aquí­) y lo cierto es que las actividades están muy dentro del tópico, se nos mostrará un Japón sin muchas sorpresas para todo aquel que tenga una idea general del paí­s (bonsais, té, caligrafí­a kimonos…), y además en esta ocasión dentro del programa hay actividades a cargo de españoles, algo que no veo como un aspecto negativo pero un poco fuera de lugar (es mi opinión, claro).
Pues eso, un evento interesante especialmente para el que no esté muy metido en esto de la cultura japonesa, pues no nos van a enseñar nada nuevo, pero lo que nos mostrarán no dudéis que es de calidad, por ejemplo hay una exhibición de caligrafí­a a cargo de la Universidad de Waseda, la universidad de universidades en Japón.
Bueno, ahí­ queda eso, si pasáis por allí­ contadnos qué tal :-).

Buscando un bar en Japón

Friday, November 17th, 2006

En Japón no sobra el espacio y en las ciudades el metro cuadrado se paga caro, claro que en España no es que lo regalen precisamente.
El caso es que en España tenemos una situación un tanto más desahogada en cuanto al espacio. Si miramos las cifras oficiales podremos hacernos una idea más precisa de la situación de un paí­s en comparación con el otro:

Población de España: 44.108.530 habitantes
Población de Japón: 127.333.002 habitantes
Extensión en km2 de España: 506.013
Extensión en km2 de Japón: 377.835

Conclusión facilona: poquito espacio en Japón para tanta gente 😉

Bueno, vistos esos números quizás nos choque el modo en que se aprovecha el espacio en Japón. Como muestra os quiero enseñar una foto que tomé hace unos dí­as en el barrio de Gion, en pleno corazón de Kyoto, pero es una imagen que fácilmente se repite en cualquier otra ciudad japonesa:

Todas esas letras del rótulo luminoso no son más que el directorio de bares que alberga ese edificio, en sólo cinco plantas. Desde que vi estos “planos luminosos” por primera vez no dejo de preguntarme cómo captan nuevos clientes estos locales. Ciertos es que suelen vivir de una clientela habitual, pero… ¿es suficiente ese reducido número de clientes para sacar adelante el negocio?, ¿es necesario llenar un edificio de mini locales?, ¿no funcionarí­a un modelo de bar más amplio?, ¿de verdad les resulta cómodo a los japoneses este sistema?.

Aquí­ vemos el rótulo luminoso con más detalle:

En lo que a mi respecta si necesito encontrar un bar mi instinto sevillano me llevará a locales que estén a ras de suelo. Es más, recuerdo una ocasión en la que buscaba con un amigo francés un nuevo lugar en el que tomar unas copas y fue divertido, pero lo cierto es que acabamos yendo al mismo sitio de siempre tras ver el panorama (bares con cuatro gatos y alguna hostess con la edad suficiente para ser nuestra madre, karaokes en plena barra del bar con música enka, etc…). Además uno sube al ascensor y en muchas ocasiones suele encontrarse con que al abrise las puertas del mismo tras subir a la planta elegida estamos ya en el interior del bar, en plan trampa para que uno no se escape sin tomarse una copita, copita que no es ni mucho menos barata, con suerte serán 500 yenes y con muchí­sima suerte no nos cobrarán el impuesto del “service”, otros 500 yenes del ala. Podremos pensar que con esos precios sí­ que puede llegar a ser rentable a pesar de tener pocos clientes, pero… ¿se puede tener una clientela fiel con esas condiciones?, bueno, imagino que dependerá del ambiente y por otra parte hubo quien dijo eso de “hay gente pa tó…”.

Y en lo referente a la elección del espacio reducido para estos locales imagino que igual eso se agradece en un paí­s con gentes muy dadas a guardar la intimidad ante el vecino.

Saludos!.

Mentalidad y sensibilidad del japonés

Wednesday, July 26th, 2006

Bueno, me gustarí­a seguir con la nueva sección de artí­culos sobre Japón, de modo que os dejo aqui hoy uno que me gustó. Lo firma Akira Sugiyama, Profesor de la Universidad de Seisen en Tokyo.
Muy interesante leer este texto teniendo en cuenta que viene escrito del puño de un nativo:

Mentalidad y Sensibilidad del Japonés

Una de las cosas que asombra al extranjero es el gusto aparentemente poco variado del japonés. Los trajes que usan los hombres son casi siempre de color gris o azul. El extranjero se pregunta por qué los japoneses se visten con colores tan parecidos. Sin embargo los japoneses no consideran que se vistan tan iguales. A la hora de comprar o hacerse su traje el japonés también se toma su tiempo dudando y vacilando la selección. Aunque se trate de un traje de color gris, para el japonés existe una diversidad de tonos, y diseño que vistos a la distancia no tienen ninguna diferencia.
Una de las razones por la cual el japonés escoge dichos colores es para no resaltar demasiado entre los demás.
En la sociedad japonesa existen diversas leyes que uno tiene que respetar si no quiere ser visto con malos ojos por sus vecinos o conocidos. El japonés no se comporta según su propio criterio sino por el criterio de los demás. Es sensible al gusto y al criterio de los otros. Se viste y se comporta de una manera que no contradiga los gustos generales. La parte buena de esta conducta es el orden y la armoní­a que surgen a través de este comportamiento. Y el lado negativo es tal vez una fuerte y clara falta de originalidad.
Cada individuo representa un papel en la sociedad japonesa. Cómo debe de vestirse, cómo debe de expresarse, a qué edad tiene que casarse, hasta que edad tiene que trabajar.
Un amigo mí­o que es escritor y que vive en un barrio residencial, se siente incómodo cuando sale a darse un paseo por la vecindad. Como las demás señoras no saben que él es escritor, y lo ven pasearse ociosamente por las calles, lo creen sospechoso, y una persona rara, fuera de lo común. Ser fuera de lo común puede resultar algo casi vergonzoso. Un hombre tiene que ir a su trabajo todos los dí­as, esa es una regla para todos los adultos hombres, al igual que la mujer tiene que casarse a cierta edad. El japonés se impacienta cuando llama la atención de los demás o siente que lo observan como una persona rara.
Algunos colegas de la universidad cuando van a España o Latinoamérica compran camisas de colores verde, rosado o rojo vistosos, o trajes de color claro. Regresan al Japón siguen usándolo por estar a gusto con ello pero esto perdura por sólo unos dí­as. Enseguida se sienten incómodos con esos colores.

Japoneses esperando para cruzar la carretera frente a Motomachi Eki.

Las estudiantes y las mujeres tienen mayor libertad en su actitud y en su vestir, pero sólo hasta cierta edad. La libertad de los estudiantes se esfuma cuando entran a trabajar en las compañí­as japonesas. Y la de las señoritas cuando se casan. Las calles centrales
de los barrios están llenas de jóvenes; son los que cuentan con el tiempo y disfrutan los teatros y las salas de arte. Cada japonés sabe cuál es su papel en la sociedad, o mejor dicho, la sociedad le impone el papel que debe desempeñar en su momento.
El japonés vive casi de una misma manera. Tiene casi los mismos sentimientos. Tal vez les extrañe a ustedes que para comunicarse sean poco expresivos. En realidad el japonés con algunas palabras sueltas logra entenderse. Desconfí­a de la persona elocuente y
aprecia al hombre de pocas palabras. Además no les gusta a el debate o la discusión. El japonés hace lo posible para no contradecir a su interlocutor. Trata de llevar la corriente al otro. Las respuestas son ambiguas y a veces hasta contradictorias al verdadero pensar del que la emite, Por ello no se puede dar una confianza absoluta a las palabras de su interlocutor. Sino que se tiene que intuir que es lo que el otro desea. La intuición y la sensibilidad en el trato entre japoneses es muy importante. El japonés no detalla sus sentimientos. Los calla o sólo dice algo vago y general. Mas que las palabras es una pequeña alusión o un ligero cambio de rostro, que no se debe pasar desapercibido, lo que revela el verdadero sentimiento del japonés.

Estudiantes Bonsái

Monday, July 24th, 2006

Hace algunos dí­as que estoy más ocupado que de costumbre y serí­a una pena dejar demasiado a un lado el blog. Nunca lo hemos visto como una obligación por supuesto, es un placer, y cuando uno no tiene ganas de escribir pues mejor no hacerlo. Pero la verdad es que me gustarí­a poder dedicar más tiempo a este espacio. Puesto que de momento será un poco difí­cil mantener un ritmo ideal al postear he decidido abrir una nueva sección en la que colocaré algunos artí­culos de opinión aparecidos en la prensa japonesa. La temática estará muy abierta, pero trataré de que todos nos muestren algunas visiones personales de este paí­s. Por supuesto las fotos son y seguirán siendo las que nosotros hacemos.

Para empezar he elegido un articulito en el que su autor, utiliza la sección de cartas al director para exponer su punto de vista acerca del sistema educativo japonés. A ver qué os parece:

Bonsais bajo la ví­a del ferrocarril de la JR en Motomachi.

Estudiantes Bonsái

A muchos japoneses, entre ellos mi padre, les gusta cultivar bonsáis. Sin embargo, yo lo detesto de verdad porque he visto a mi padre retorcer alambres alrededor de los arbolitos y cortar ramas para lograr la forma ideal que él desea. Me parece una lástima no dejar crecer a las plantas de un modo natural.

Un gran árbol crecido de un modo natural en las ruinas del castillo de Takeda, cerca de Himeji (la muchachita del fondo es Yito).

Pero no escribo para quejarme sobre los bonsáis. El motivo es que estas plantas me recuerdan el sistema educativo en las escuelas japonesas. Los maestros, por lo general, intentan crear estudiantes idealizados mediante reglas que obligan a cortarse el pelo y restricciones en el uso de los pantalones y faldas de los uniformes. Si un estudiante se tiñe el pelo, los profesores lo castigarán sin duda.

Otro enorme árbol, esta vez en Koyasan, en la prefectura de Nara (el duendecillo que aparece bajo en árbol en la foto soy yo).

¿Por qué llevar el pelo largo o teñido ha de causar tales problemas? Se dirá que eso puede dar una mala imagen de la escuela, ¿y qué?.
En general a los maestros japoneses les preocupan demasiado las conveniencias sociales. Educar significa mucho más que producir estudiantes bonsái.

Un grupito de “estudiantes bonsáis” junto a la estación de Minato Motomachi.

Las plantas bonsái quizás sean más hermosas que las silvestres, pero desean crecer libremente. Me parece que los estudiantes japoneses sienten lo mismo.

Tatsuo Yamakoshi Nakajo, Niigata-ken

La belleza de un paraje natural es difí­cilmente comparable a la del más cuidado de los bonsáis. Esta garganta la fotografié en mitad de nuestro ascenso a Koyasan, en Nara.