La noche comienza en Japón más o menos a la hora de mi café vespertino, allá por las seis de la tarde. Es el momento en el que comienzan a cerrar las oficinas, siempre que no toque hacer horas extras porque entonces la cosa va para largo. Para la mayor parte de la fuerza laboral nipona es también cuando empiezan a sonar las tripas. Y como si el reloj biológico del “salaryman” activase algún misterioso mecanismo la vida nocturna se abre paso en la urbe: comienzan a abrir los izakaya, las tachinomiya y un sinfín de restaurantes que, en grupo, ofrecen un abanico gastronómico tal que hacen de la ciudad algo equiparable a una auténtica exposición universal.
Demos un paseo por el centro para tener una muestra de ello.
No hay que dejarse engañar por el aspecto exterior de estos “garitos”, pues en Japón un negocio con la apariencia del que vemos arriba se supone que ha resistido el paso de los años, y eso nos dice que no faltan los clientes. He visto estrellarse a emprendedores que abrieron locales en los que cuidaron hasta el último detalle en cuanto a decoración, y me consta que no se olvidaron del marketing, pero cayeron. Este llamado “Daruma” es de yakitori. Su decadente imagen es sinónimo de comida sabrosa.
Y aquí abajo otra muestra de lo que os cuento la tenemos en este otro, llamado “Shouchan”, que sirve okonomiyaki.
Como español que es uno me cuesta hacerme a la idea de que no sólo a pie de calle hay movimiento. Pero por otra parte descubrir toda la oferta que esconden los edificios a partir de la segunda planta da cuanto menos pereza; a pesar de que cada sitio cuenta con su neón correspondiente en la fachada:
Y a continuación os dejo varias fotos de algunos de los izakaya y pequeños restaurantes de mi barrio:
Tenemos yakiniku…:
…kushikatsu…:
…sashimi…:
…teppanyaki…:
…alcohol…:
…y aquí de todo un poco:
¿Qué tal?, ¿apetece una copa? 😀