Este año el destino quiso que el día de mi cumpleaños pudiera estar en buena compañía y en un lugar sencillamente encantador, Kyoto. Cierto es que fuimos a elegir uno de los días más calurosos para ir allí, con un sol de justicia que me hizo arrepentirme en más de un momento de haberme olvidado las gafas de sol en casa, especialmente cuando se nos ocurrió visitar Heian Jingu.
Ya por la tarde andábamos por los alrededores de Kiyomizudera cuando nos cruzamos con un grupo de fotógrafos que seguían a una señora ataviada con un kimono a lo geiko y con un peinado al estilo “ofuku”. En esto último igual me equivoco porque no es que yo tenga precisamente experiencia en eso de distinguir los diferentes peinados. El caso es que de estar en lo cierto lo de “ataviada” cobraría un mayor grado, primero porque la mujer en cuestión no es una auténtica geiko sino una señora que un buen día decide pasar por un estudio del barrio de Gion donde la visten, la maquillan y la peinan para luego darse un garbeo por allí, y en segundo lugar porque el peinado “ofuku” se supone que está reservado a las maiko que acaban de cumplir dieciocho años o a las que llevan tres años de aprendizaje. En fin, de todos modos la pista más clara para pensar que se trataba de una “falsa” geiko era la serigrafía que mostraba la camiseta de uno de los fotógrafos, el que seguramente estaba pagado por la señora en cuestión para la realización de un álbum personal. La camiseta tenía la publicidad de un estudio fotográfico de Kyoto. En cuanto al resto de fotógrafos no estoy seguro pero me consta que existe un servicio en este tipo de establecimientos que por unos pocos billetes de mil te ponen a una modelo con “disfraz de serie en un marco incomparable” para llenar varias tarjetas de memoria con cientos de “jotapegés”. He visto ya a varias chicas posando de ese modo por el puerto de Kobe y hay muchos anuncios en las revistas especializadas, algunos de ellos para fotografiar incluso desnudos.
Una vez que salimos de aquella zona pasamos por Gion y allí, en una de sus callejuelas, junto a un canal flanqueado por sauces, volvimos a encontrarnos con la misma mujer y su comitiva. Allí pues aprovechamos para tomar nosotros también algunas fotos.
Los japoneses que se acercaban a curiosear tampoco tenían muy clara la autenticidad de la geiko, pero dudaban. Lo pude comprobar cuando pregunté directamente a algunos de ellos para recibir un “chotto bimyou…” por respuesta.
El hecho de que sea o no auténtica lo veo como algo anecdótico. De hecho imagino que ha de ser uno muy entendido para distinguir las sutiles diferencias en algunos casos. No creo que alguien ajeno a ese mundo pueda llegar a disfrutar plenamente de una reunión con auténticas maiko o geiko, por ello me resulta de lo más esnob ver a esos “guiris” que llegan al lugar en un coche con cristales ahumados y salen de él, con sus gafas de sol puestas (ya sabemos todos la claridad cegadora del interior de un coche con los cristales opacos) sin pausa cuando el chófer les abre la puerta, como si con esas prisas quisieran mostrar a los presentes que “están en el taco”. Me consta que se dejan una buena pasta en esos garitos para después poderlo contar a sus colegas en el club de golf, en fin, con su pan se lo coman. Es algo que no me invento, estos ojitos lo han visto.
Y digo que es algo anecdótico porque el hecho de que haya un número determinado de geiko o maiko paseando por Kyoto es un atractivo que la ciudad sabiamente cultiva.
A propósito del tema, si alguien tiene interés recomiendo la lectura de un libro titulado “Vida de una Geisha” y firmado por Mineko Iwasaki, una ex-geiko del barrio de Gion Kobu que tras acceder a ser entrevistada por Arthur Golden (escritor de “Memorias de una Geisha”) quedó muy decepcionada al ver que en el libro del de Tennessee quedaban algunos tópicos, del todo inciertos según su apreciación, acerca de los cuales ella había matizado con bastante detalle en el transcurso de sus encuentros con él. No he leído “Memorias de una Geisha”, la verdad es que tampoco es que arda en deseos de hacerlo (se me ocurren cientos de títulos a los que daría preferencia), y el libro que os recomiendo tampoco me va a llevar a aficionarme al tema, pero creo que refleja de un modo más que certero, por las innumerables referencias que contiene y por estar escrito por alguien que conoce a la perfección el tema, el mundo de las geisha. Además está disponible por cinco euritos, que hoy en día tal y como está el patio podríamos decir que es regalar un libro en España.