Discípulo del fallecido Reiji Nagakawa (el afamado traductor del “Ulysses” de James Joyce a la lengua japonesa que se enamoró de la ciudad de La Giralda) y del reputado Fernando Rodríguez-Izquierdo (toda una autoridad en materia de haiku de quien un servidor puede decir que tuvo el privilegio de ser alumno) Vicente Haya se doctoró en Filosofía por la Universidad de Sevilla con su tesis “La expresión de lo sagrado en el haiku japonés”. Desde entonces este paisano mío no ha cesado en su devoción por la poesía tradicional nipona. Su producción literaria así como la labor desempeñada en el campo de la traducción es prueba de ello:
-“El corazón del Haiku: la expresión de lo Sagrado” (Ed. Alquitara, 2002)
-“La poesía zen de Santoka, 70 haikus esenciales” (Ed. Maremoto, 2002)
-“El espacio interior del Haiku” (Ed. Shinden, 2004)
-“Saborear el agua, cien haikus de un monje zen” Taneda Santoka (Ed. Hiperión, 2004)
-“El monje desnudo” Taneda Santoka (Ed. Miraguano, 2006)
Hace unos días recibí un correo electrónico de Vicente en el que me informaba de la apertura un nuevo blog dedicado al tema: “El alma del haiku”. Le pregunté si le parecía bien presentar su portal desde Motomachicakeblog y amablemente aceptó cediéndome además la entrevista que os dejo a continuación (se trata de un texto ajeno a esta web pero inédito, espero que os resulte tan interesante como a mi me lo ha parecido).
¿Por qué escribir haikus hoy?
Hoy, como ayer, el ser humano está necesitado de enraizarse en el mundo, de atender a lo que sucede, de registrarlo todo. Somos los que ambicionan hacerse con los instantes. El haiku es un medio tremendamente efectivo para pulir nuestras inconsistencias, para abrir sitio a lo sagrado en nosotros, para adiestrarnos en la Vía.
Hay quienes afirman que no se puede escribir haikus si no se es japonés…
Sólo un ignorante podría afirmar tal cosa. Nosotros no tenemos menos corazón que los japoneses ni menor necesidad de educarlo. Lo que es cierto es que no se puede escribir haikus sin saber lo que es el haiku. El haiku es un arte japonesa, esto quiere decir que para comprenderlo hay que sumergirse en un modo concreto de sensibilidad. Pero, una vez que nos hemos impregnado de esa forma japonesa de estar en el mundo, es válido todo aquello de nosotros que ha sobrevivido a la experiencia. El haiku evoluciona porque no es un arte de museo, y una de sus posibles evoluciones le vendrá de la mano de los occidentales que hayan llegado a calar hondo en él.
Pero, ¿se puede extrapolar la espiritualidad japonesa al mundo occidental?
No se trata de implantar en España la “espiritualidad japonesa”, sino un modo específico de acercarse a lo sagrado, inventado en Japón, cierto, pero no por eso menos universal. Lo sagrado, si es real, no tiene adjetivo. No es “lo sagrado oriental” o “lo sagrado semita”. O es sagrado y entonces es universal, o no es ninguna de las dos cosas, ni sagrado ni universal. He dicho que el haiku era un arte japonés y que hay que sumergirse en la cultura de la que nace, como el flamenco es un arte andaluz y no puede llegarse a la entraña ajeno al lugar que da origen a esa sensibilidad. Pero eso no quiere decir que los japoneses tengan el monopolio del acceso a lo sagrado, ni siquiera a través del haiku. Más al contrario, la sociedad japonesa está muy desorientada respecto al valor de su mundo tradicional, al tiempo que nosotros cada vez más estamos haciendo un haiku limpio y humilde, como el de Buson.
Usted defiende un concepto de haiku japonés. ¿No son válidas otras formas de acceder a esta manifestación poética?
No. El haiku es lo que es. El haiku no es senryí», no es zappai. A veces en Occidente se habla de haiku cuando de lo que se debería hablar es de alguno de esos otros dos géneros. Sólo hay un camino. Como díría SantíŽka: Kono michi shika nai. Queremos abrir nuevas vías al haiku antes de saber lo mínimo sobre qué es el haiku. Tenemos prisa y carecemos de cortesía. Así no vamos a ninguna parte.
¿Qué le parece el haiku urbano?
Este subgénero no existe en Japón. Se habla de “haiku contemporáneo” y se presupone que hay dentro de él un espacio posible para todo lo que es actual. He oído expertos japoneses argumentando que el coche del siglo XX es el carro del XVIII, y que por qué uno merecería entrar en el haiku y otro no. Yo creo que el asunto es si queremos conservar de nuestro mundo los coches, los edificios, los postes eléctricos, el béisbol…, El haiku no es sólo lo que plasma un mundo, sino que también el mundo que quieres plasmar. No es sólo la realidad que te circunda, sino la realidad que quieres preservar. Y es imposible que te emocione, que tengas aware por algo cuya perpetuación no deseas. El haiku no sólo da fe de tu mundo sino que a veces te obliga a cambiarlo por otro, o a huir de él y buscar otro hábitat donde la experiencia espiritual te sea más posible. No niego que existen “haikus urbanos” de una gran calidad y capacidad de emoción, pero hay que tener cuidado con que no sea un consuelo para gentes con una sensibilidad abotargada, cobardes que temen entregarse a la Naturaleza.
¿Se puede enseñar a escribir haikus?
Sí. El haiku es una técnica. Y, como todas las técnicas, precisa estudio. Los grandes maestros de haiku pulían sus haikus durante años y comentaban entre ellos cómo perfeccionarlos. El haiku no es instinto, es elaboración. Pero sólo técnica empleada por alguien sin sensibilidad, o por alguien vanidoso, se nota en seguida si lo que hace es un haiku. Lo que no puede la técnica es anticipar estadios espirituales que aún no has logrado. No puedes fingir estar donde no estás por más técnica que tengas. Porque el haiku no engaña. Es transparente. Para eso tiene la falta de recursos literarios que tiene; para que todo se note más.
¿Qué le parece la relación entre el haiku y las artes plásticas como la pintura o la fotografía?
De esto he hablado ya mucho en Haiku-díŽ (Kairos) y El corazón del haiku (Mandala).
¿Hay un renacimiento del haiku en español?
Desde hace unos diez años, gracias a páginas web como El rincón del haiku, se ha producido en castellano una auténtica escuela de haiku. Es algo emocionante ver cómo los esfuerzos no caen en saco roto, y hasta qué punto los que comienzan a escribir haikus se están dejando guiar por su sinceridad y su fino olfato. Desde luego que hay los típicos tertulianos de salón, con mucho tiempo libre y demasiada vanidad para reconocer que se han inventado el haiku y se han autoconstituido en maestros antes de haber puesto un pie en Japón, gente que no han encontrado cabida en la literatura occidental y quieren ser maestros en cualquier otro mundo que no les exija tener ningún talento literario. Y se aprovechan de que el haiku ha sido durante décadas tierra de nadie. Pero actualmente es ya difícil engañar a las almas cándidas que se acercan al haiku sobre quién sabe y quién no sabe. Estos “falsos maestros” son ya una excepción y están en vías de extinción.
¿Qué le parece la situación actual del haiku en español?
Hay que trabajar más. Todavía falta mucho. Estamos en la prehistoria. Pero en la prehistoria que ya ha inventado el fuego y la rueda. Es cierto que podría haber cientos o miles de buenos escritores de haiku, con el tiempo que hace que teóricamente se conoce el haiku en España e Iberoamérica. Y no los hay. Pero al menos hay una docena de buenos escritores de haiku en castellano. Estos serán maestros de los que vengan después. Lo importante ahora es poner orden. Esto ha sido hasta ahora un crecimiento tumoral: hay que cortar, sanear y establecer las condiciones de una vida saludable en el cuerpo místico del haiku para que el paciente viva mucho tiempo y siga viajando de aquí para allá. Porque el haiku es viajero y le gusta expandirse, pero con disciplina. Sin orden, no hay haiku.
¿Puede innovar el haiku en occidente? ¿En qué dirección habría que ir?
No puede hacer evolucionar el haiku quien no sabe qué es el haiku. La única propuesta seria de futuro es la que parte del presente. íse es el problema de muchos autores occidentales de haikus. Que sin haber llegado al haiku actual con todos sus matices, sin conocer apenas la historia del haiku y de sus protagonistas, ya pretenden estar innovando. No basta con haber leído un haiku que hable de rascacielos o de béisbol para proponer algo que sirva al haiku de punto de evolución. El haiku tiene su propia historia y hay que recorrerla para llegar al presente y atisbar desde el presente el horizonte. Ni siquiera estudiando a fondo a autores actuales como SantíŽka podemos situarnos en la perspectiva del horizonte. Hay también que estudiar qué se ha hecho, qué ha tenido éxito y qué ha fracasado en el pasado. Es como si pretendiéramos pintar sólo conociendo a Picasso.
La única dirección que puede tomar una propuesta futura de la evolución del haiku es la de una mejor captación de lo real ahí fuera. Y la única fórmula, siempre la misma, en Buson, en SantíŽka o en Seishi, es una mayor intimidad con el mundo.
Una vez que se han aprendido todos los procedimientos, todas las técnicas, todas las características, ¿no habría que desnudarse y acceder al haiku desde la inocencia, desde la pureza?
Sí. Efectivamente. Pero ¿cuántos occidentales podrían decir que “han aprendido todos los procedimientos, todas las técnicas, todas las características”? Yo no conozco a ninguno. Ni siquiera Blyth o Seiffert. Hay que haber leído cientos de miles de haikus para desarrollar el haimi (sabor a haiku). No perdamos de vista que la producción anual de haikus es de un millón de haikus bastante notables. Es una fertilidad tal que ni siquiera desde Japón y familiarizado con la herramienta del japonés se puede abarcar. ¿Quién en Occidente, habiendo leído ciento cincuenta haikus de BashíŽ o Shiki, doscientos haikus de Buson, trescientos de Issa o SantíŽka, cien de RyíŽkan y pare usted de contar, quién puede decir que ya conoce el haiku japonés? Probablemente al idioma castellano no se hayan vertido ni siquiera un millar de haikus japoneses… No, hace falta humildad para estar toda la vida aprendiendo. Nuestros haikus no deben tener otra pretensión que ser la palabra que acompañó nuestra ignorancia. La palabra de un caminante que no sabe dónde está su meta… Fertilidad salvaje del haiku. El haiku es una selva que no se termina nunca de recorrer, en extensión, en profundidad… Cuando has acabado la selva de fuera te queda la selva de dentro. Las reglas del haiku, como las de la selva, son sólo reglas para tu supervivencia. No son límites en el sentido de algo que te aliene, sino límites que te hacen posible.