Son tan fastidiosas como necesarias, las lluvias del tsuyu, las lluvias de la ciruela, las de la fruta que abunda en estos días en los mercados por acá. Es el momento idóneo para llenar un tarro con algunas de ellas, añadir nihonshu, algo de azúcar y esperar pacientemente a que todo ello macere y se convierta en umeshu.
Cuando uno vive en la ciudad cuesta encontrarle el lado positivo a una estación como esta. Pero salimos de la urbe y todo adquiere súbitamente significado. El urbanita se permite la soberbia de considerar superflua la más mínima inconveniencia, pensamos que nuestro mundo ha de amoldarse a nosotros. La cura de tal altivez está justamente pasando las fronteras de él, en el campo.
Permitid que os muestre el maravilloso aspecto que cobra el paisaje rural en estos días. Os dejo aquí un paseo virtual por la prefectura de Shiga. Espero, como siempre, que sea de vuestro agrado.