The Axis (he knows everything)

September 10th, 2008

Es lunes por la noche. Regreso a casa desde el restaurante donde acabo de despedirme de mi compañero de trabajo. Ha sido una cena en Ohsho: oishii, yasui, hayai (buena, barata y rápida). Mientras pedaleo voy dejando atrás las calles del centro, exentas a esas horas de la turba que las satura durante el dí­a. Es la hora a la que algunos grupos de jóvenes se acercan a la galerí­a cubierta de Sannomiya para bailar. Lo hacen al ritmo del hip-hop o de lo que ellos llaman R&B (hay quien se empeña en señalar como origen de esta música el auténtico rhythm and blues…), siempre frente a los escaparates de los múltiples comercios que pueblan el “arcade”. Otros practican con sus bicicletas de trial o sus monopatines. Realmente me parece un ambiente bastante sano el que tengo ante mi.

Aspecto que suele presentar el shotengai de Motomachi durante la madrugada.

Un poco más adelante llegan a mi oí­do las notas de un solo de blues, tocado con auténtico feeling. Al doblar la esquina me encuentro a los dos chicos responsables de esa improvisada sutileza. Uno se encarga del acompañamiento con una guitarra española mientras el solista toca una bonita guitarra eléctrica de cuerpo hueco cuya forma me recuerda a una Rickenbacker 360. Ambos instrumentos están conectados a un mismo amplificador y parece que sin pedales de efectos ni otros artificios de por medio. Aún así­ el sonido que sale del cono del ampli es limpí­simo. No veo que usen púas, tocan con los dedos, con mucha suavidad. Escucho un tema y me digo: “cuando acaben sigo mi camino”, pero no lo hago, porque son demasiado buenos para no seguir allí­. Tras un par de canciones uno de ellos se dirige a mi, me pregunta de dónde soy y, tras contestarle, entona en su guitarra las primeras notas de aquel genial álbum de Michel Camilo con Tomatito: Spain.

Uno de los numerosos grupos de música que actúan en las calles de Sannomiya y bajo el andén elevado del ferrocarril de la JR.

Aparte de mi no hay nadie más escuchando. Pero de repente pasa un tipo grandote con camiseta negra y bermudas a juego. Lleva el pelo corto pero con una larga y fina coleta. Se acerca circunspecto pero tras parar un momento prosigue su camino. Pasan unos minutos y el hombre vuelve con una bolsa de la que saca unas cervezas que ofrece a los músicos que, agradecidos, preguntan al nuevo oyente si desea hacer alguna petición.
í‰l contesta: “tocad lo que queráis, algo vuestro”, y de paso me pide disculpas por no tener una cerveza para mi. La educación del hombre no acaba de cuadrarme con su aspecto, pero es que en Japón las apariencias suelen ser bastante araneras.
Se decide a hablar y nos cuenta que acaba de llegar de Tokio, que está trabajando en Kobe. Se queja de lo pronto que sus hoy compañeros de trabajo han vuelto al hotel. “Esto es igual que Tokio”, afirma contrariado. Los dos jóvenes guitarristas comienzan a interesarse por el trabajo del visitante; empiezan a sonsacarle de un modo inocente y él suelta prenda: trabaja en la industria musical y esta semana está de head manager del backstage en un concierto que tiene lugar en la ciudad. Llegados a ese momento el interés de los dos chicos y también el mí­o crece. Pero él no quiere desvelar el nombre del grupo con el que acaba de estar tomando copas en un izakaya cercano al barrio chino. El tipo es duro pero finalmente acaba perdiendo el pulso: se trata de “B´z”.

Personal de seguridad organizando la entrada en el metro que lleva al concierto de B´z, en Kobe.

Los dos jóvenes músicos comienzan a tocar un tema de B´z: “Lady Navigation”. Por supuesto es una versión acústica, pero me suena mejor que el original que es mucho más visceral, por decirlo de algún modo. El currante de Tokio se muestra más impresionado por el amplio repertorio de los chicos que por la música en sí­, pues aunque es ejecutada con bastante maestrí­a él no es precisamente un fan de la banda que esta semana le paga. Al rato se levanta y pregunta dónde puede conseguir un paquete de cigarrillos pues en ciertos conbini no venden. Se aleja para volver tras unos minutos con más cervezas. En esta ocasión me invita a mi también. Como no encontró tabaco pide cortésmente uno al solista, que está fumando. Mientras tanto el otro chaval me ofrece su guitarra y me pide que toque algo español.
La situación serí­a un verdadero aprieto de ser más temprano, pero a estas horas no hay un alma en la calle, de modo que acepto. Trato de recordar las notas del “paseí­llo” de unas alegrí­as de Cádiz de Tomatito, pensando que si este me escuchase “me mataba a pellizcos”. Pero el rasgueo no sale tan mal como esperaba… De hecho sirve de preámbulo para lo que se convierte en una jam session, de aficionados, pero jam session al fin y al cabo.

Uno de los múltiples estudios de ensayo existentes en la ciudad. En este también podemos encontrar venta de instrumentos usados.

Tras un largo rato el amable tokiota se despide para ir a dormir un rato, pero llega un nuevo músico que dice conocerme… Ciertamente me suena este chico, de aspecto fácil de recordar: de pocas carnes, pelo súper largo y liso, bigote a lo George Harrison y con una camiseta de tirantas de los Memphis Grizzlies que dejan al descubierto un enorme tatuaje en su brazo izquierdo. Se presenta con el nombre de Yasunari pero me aclara que en realidad su origen es coreano y se llama Teson Lee; vive aquí­ habitualmente y adoptar un nombre japonés facilita mucho las cosas en un paí­s con bastante discriminación hacia estas personas (aún). Me conoce de vista porque solí­a trabajar en una de las floristerí­as de mi calle. Parece un tipo muy enrollado. Saca de la funda de su guitarra un folio y empieza a dibujar algo. Me lo entrega. Son dos caricaturas: una suya y la otra del chico de la guitarra eléctrica, Takenaka. No dibuja a Morioka, el que toca las cuerdas de nylon, porque antes ha comprobado que ya aprendí­ su nombre.

El dibujo hecho por Teson Lee. Lo cierto es que el parecido es grande.

Yasunari se une al grupo y suenan fragmentos de algunos temas de Hendrix, Led Zeppelin, Creedence Clearwater Revival, Beatles, etc. Tiene una voz interesante, kakkoii.
Charlamos de música y parece como si las dificultades de la lengua fueran superadas por los conocimientos musicales compartidos. Allí­ a las dos de la mañana estoy sentado en el suelo con tres desconocidos tocando la guitarra relajadamente, como si de verdad conociera a estas personas de toda la vida. Y me pregunto: “¿no es esto genial?”.

La velada es de lo más apacible. Morioka insiste en invitarme a tocar con él en un café dentro de dos semanas, “hay tiempo para ensayar”, dice. Saca del estuche de su guitarra un CD en cuya carátula está escrito “Moriokamorio”, me lo entrega y me pide que lo escuche para tratar de aprender sus canciones: “podemos tocarlas juntos”, señala. Lo tomo agradecido mientras pienso en todas las veces que he escuchado aquello de que los japoneses son gente poco sociable.

In memory of your visit

August 28th, 2008

Haruki Murakami vivió una parte importante de su vida en Kobe y en su obra encontramos ese ví­nculo con la zona constantemente.
Recientemente leí­ “Kafka en la orilla”, donde existe un pasaje en el que dos de los personajes de más peso en la novela hacen una parada en Kobe cuando van de camino a Shikoku. Otro ejemplo más claro lo tenemos en el personaje principal de su obra “Norwegian Wood”, Toru Watanabe, que es un joven estudiante natural de Kobe. Dicho sea de paso, desconozco aún por qué demonios lo tradujeron por “Tokio Blues”, igual pensaron que los beatlemanos somos tan estúpidos que comprarí­amos la novela creyendo que se trata de un libro sobre los Fab Four.
Otra de sus obras más conocidas, “After the Quake”, reúne cinco relatos cuyo único ví­nculo común es el terremoto de Kobe. Y podrí­amos seguir citando ejemplos.

Realmente Murakami vivió en Ashiya, una localidad de la prefectura de Hyogo que queda a unos quince minutos en tren desde el centro de Kobe, un área distinguida dentro de la zona, popular por las exuberantes mansiones existentes en la parte norte (una de ellas es la famosí­sima Yamamura House, cuyo diseño arquitectónico pertenece al mismí­simo Frank Lloyd Wright).

Existe un libro de Haruki Murakami titulado “Henkyou, kinkyou” cuya traducción vendrí­a a ser algo como “Región remota, corta distancia”. Se trata de una especie de diario personal de viajes del propio escritor, no es un libro de ficción, se trata más bien de reflexiones personales motivadas por el entorno en cada momento. Hasta donde alcanzo a saber esta obra no ha sido traducida, por lo que si estáis interesados en ella tendréis que leerla en japonés. El penúltimo de sus quince capí­tulos se llama “Kobe made aruku” (“Caminando hasta Kobe”). Ni que decir tiene que el capí­tulo llamó mi atención especialmente cuando Yito me habló de este libro.

Leer la obra completa en japonés es algo que al menos de momento queda fuera de mi alcance. No obstante intentarlo con algunas páginas puede ser ya algo más factible.

Y el porqué de que Yito me hablase de esta obra os lo cuento a continuación. Hace unas semanas, concretamente un lunes –el último del mes de julio–, fui a parar a una pizzerí­a ubicada en el norte de Motomachi, donde está la avenida Yamanote. El lugar se llama Pizza House Pinocchio, y es ya un emblema dentro de la oferta gastronómica de la ciudad. Hací­a tiempo que querí­a probar el lugar y sin más entré. Mi reloj biológico ha cambiado poquito después de venirme a vivir a Japón y eso se traduce en que normalmente llego por los pelos al “lunch time”, esa franja horaria dentro de la cual el almuerzo es más económico. Hombre, bien visto esto tiene la ventaja de que suelo encontrarme los restaurantes con poquitos clientes.
El caso es que al recibir el pedido en mi mesa la pizza vení­a con un papelito triangular como veis en la siguiente imagen:

Y aquí­ lo veis ampliado:

Me pareció muy curiosa la idea. Realmente han numerado cada una de las pizzas que han pasado por el horno de Pinocchio desde su fundación en 1962. Y la mí­a era la número 1149345.

Como me pareció gracioso guardé el papel para mostrárselo a Yito. Enseguida ella se puso a buscar en sus libros y me enseñó una página del anteriormente citado “Henkyou, kinkyou”. Resulta que el famoso escritor decidió, tiempo atrás, caminar los 15 kilómetros que hay desde Nishinomiya hasta Kobe, tomándose su tiempo y escribiendo algunas notas para su diario personal. No caminó esa distancia en un solo dí­a, pues la intención era rastrear bien la zona para conocerla mejor, decisión que me parece alentadora y que quizás imite algún dí­a.
Una vez en Kobe Murakami se dirige a la misma pizzerí­a, donde tiene el placer de degustar la pizza número 958816. Y a raí­z del curioso papelito comienza a indagar para buscarle un significado al hecho en sí­, lo que le lleva a recordar un tiempo cuando siendo más joven compartí­a la mesa con su chica, recibí­an otros papelillos con otros números y hací­an que el tiempo transcurriese mientras conversando planeaban un futuro que nunca llegó a materializarse. A través de algo tan simple como la sucesión numérica el autor medita acerca de la fugacidad del tiempo y de la inexorable fuerza del destino.

En fin, en el lugar se come bien. Tenéis un link para visitar la página del restaurante aquí­. No puedo aseguraros que la comida tenga un efecto mágico sobre el intelecto de los comensales, pero agradable sí­ que será la experiencia 😉 .

Jinrikisha (人力車) de Kyoto

August 22nd, 2008

Hace un año que el amigo Héctor nos hablaba sobre los “jinrikisha” y explicaba cómo la palabra fue adoptada (previo paso por el correspondiente alfabeto fonético) por los angloparlantes que llegaron a Japón con el objeto de establecer el comercio. Tengo entendido que el término fue adoptado entre 1885 y 1890, en plena época Meiji.
El pasado jueves estuve paseando por Kyoto y encontré a algunos jinrikisha de la antigua capital. Sin duda se trata de una profesión que siempre resulta dura, pero especialmente en la época estival estos porteadores han de quedar exhaustos tras una jornada de trabajo. A ellos va dedicado este pequeño post.

Estas dos chicas no son auténticas geiko, tan solo disfrutan de tal identidad por unas horas.

Este porteador se dispone a girarse para aprovechar al máximo sus fuerzas y comenzar a subir un acuesta.

Visita guiada por los aledaños de Kiyomizudera.

Sin duda el modo más apropiado para pasear por un lugar con tanto encanto como este es ir vestidos de época.

El de la bicicleta es uno de los compañeros de trabajo del porteador que aún está de servicio. Su bronceado le delata.

どんな髪型にしますか? ¿Qué corte de pelo desea?

August 14th, 2008

Un corte de pelo para hombre en Japón puede ser desde muy económico (cerca de las estaciones de ciudades medianamente grandes se pueden encontrar barberí­as que por 1000 yenes hacen un trabajito la mar de apañado) hasta prohibitivo (dependerá en gran medida de la zona donde se encuentre el establecimiento, de lo “fashion” que sea y del tipo de arreglo que solicitemos).
Para una mujer el corte suele rondar los 5000 yenes, un tinte unos 6500 y una permanente suele estar entre los 5500 y los 16000 yenes (por dar precios orientativos).

Salón Tam, en Osaka.

Cuando llevaba un año viviendo en Japón decidí­ probar uno de los numerosí­simos salones de belleza que hay en Kobe, un poco cansado de la ruleta rusa que suponí­a ir a una barberí­a del centro de la que nunca salí­ con las patillas cortadas a la misma altura (tampoco me podí­a quejar mucho de ello pues apenas pagaba 1500 yenes). Pero desde entonces no me he cortado el pelo en ningún otro lugar. De hecho fue para mi un inconveniente que mi simpática “designer” (así­ se hacen llamar los chavales que trabajan en estos sitios) dejara su puesto en enero de este año. Tuve que probar con algunos de sus compañeros hasta que di con uno que me deja el pelo más o menos como ella me lo solí­a arreglar.

K・C・PURRE, Osaka.

Imagino que a mucha gente le podrá parecer una pijerí­a que un chico vaya a un salón de belleza habiendo tantas peluquerí­as más modestitas, pero es uno de los placeres que tiene esto de vivir en Japón y mientras pueda pienso seguir dándome el gustazo, oiga.

Mashu Minamihorie, Osaka.

Y, ¿cómo es la cosa? Pues comento: primero uno reserva por teléfono para que nos den una cita a una hora concreta con nuestro estilista habitual; nos presentamos en el sitio y somos recibidos cordialmente por el personal del lugar, que nos ofrecerá su servicio de ropero para dejar mientras tanto cualquier bulto que llevemos en el momento; seremos conducidos a un sillón frente a un espejo donde esperaremos al estilista (mientras tanto nos traerán algo de lectura para que la espera se haga más liviana); cuando llega nos pregunta cómo queremos que quede nuestro cabello (esta persona tiene una ficha personal de nosotros con fotos del resultado de nuestra anterior visita); entonces otro miembro del staff viene y nos lleva a otra zona donde nos lavarán el pelo. Aquí­ yo creo que está la mejor parte pues tras el champú nos dan un masaje en el cuero cabelludo que vale cada uno de los yenes que pagaremos por todo el corte. Las personas que se encargan de lavarnos el pelo, que suelen ser chicas, son aprendices que aún no pueden cortar. Todos los “diseñadores” pasan por ello y me consta que algunos esperan hasta dos años para hacer su primer corte. He conocido a alguna que cansada de esperar lo dejó.

motion, Kyoto.

Una vez que acaba la fase del champú vamos a otro sillón en el que nos cortan el pelo. Es una buena ocasión para practicar algo de conversación –especialmente en mi peluquerí­a, donde nadie habla inglés–. A continuación vamos de vuelta al “champú” y de nuevo masajito.
Finalmente nuestro estilista nos arregla el pelo a nuestro gusto. Salimos de allí­ peinados y sin los molestos pelitos que se alojan en el cuello después de visitar al barbero.

La plus, Osaka.

Luego toca lo más difí­cil: pagar. Y mientras lo hacemos una chica nos hace algunas fotos con una pequeña cámara para la ficha de la que hablábamos antes.
Nos acompañan a la puerta y nos despiden con la misma cordialidad con la que nos recibieron.

Berami Hep Five, Osaka.

En lo anecdótico recuerdo que en una ocasión lloví­a un poco fuera y cuando salí­ de la peluquerí­a una de las chicas salió conmigo con una pequeña toalla en una mano y con un paraguas en la otra. El paraguas era para mí­, gentileza de la casa, y la toalla la usó para limpiar el sillí­n de mi bicicleta… Os aseguro que es verí­dico.

YAYOI~BRAINS EST-dew, Kyoto.

A propósito, una visita a este salón de belleza me sale por unos 5500 yenes, pero se da la circunstancia de que constantemente me enví­an unas postales por correo con descuentos de hasta el 20%. Que yo recuerde quizás una o dos veces pagué el 100%.

Las fotos del post de hoy la he extraí­do de una revista que lleva como tí­tulo カジカジ“ヘア” (“ Kaji Kaji Hair”). Son todas de la edición de verano 2008 para la zona de Kansai, pues querí­a mostraros al mismo tiempo cómo es la moda en cuanto a peinados en Japón. ¿Qué os parece?

Bueno, como propinilla os he preparado una animación flash con algunos de los “hair samples” de la revista:

Kobe Hanabi 2008

August 6th, 2008

Un año más la ciudad de Kobe vistió su cielo de luz y color. Fue el sábado pasado en el Kobe Hanabi Matsuri 2008. Ya he hablado anteriormente en dos ocasiones de esta costumbre en general y de cómo se celebra en Kobe en particular. De modo que está de más que vuelva a repetirme. Se trata de un espectáculo visual, de modo que así­ prefiero mostrároslo: con imágenes.

Los motivos del yukata de esta chica son precisamente fuegos artificiales.

“Haaai, cheese!!!”

Esos llamativos vasos amarillos contienen kakigoori.

El hanabi se disfruta en grupo…

…o en pareja.

Para esta ocasión el Nipponmaru (uno de ellos) estaba abierto al público.

Un modo elegante de admirar el espectáculo, ¿no?

Como elegantes son los andares de esta chica al bajar las escaleras.

Ella espera quizás a su chico, que probablemente estará haciendo cola en algún puesto de comida cercano.

Todos se apresuran, pues el espectáculo está a punto de comenzar y hay que asegurarse un buen sitio.

El estilo a la hora de llevar el yukata… es muy variado…

Como en años anteriores los fuegos artificiales preferí­ verlos desde la terraza con una cervecita:

Monomezurashii

August 2nd, 2008

La foto no es nada buena (la tomé mientras caminaba y me da a mi que yo de paparazzi iba a pasar bastante hambre) pero el detalle que se ve en ella no deja de parecerme curioso. ¿Sabéis de qué detalle hablo? 😉

Cultura de Japón, entrega de sus artesanos

July 31st, 2008

Cualquiera que piense por un momento en lo intrí­nsecamente japonés, en el wafū (和風), muy posiblemente verá como por su mente no tardará en aparecer la imagen un tatami. Pocos aromas pueden llegar a evocar Japón como el suyo, especialmente cuando las esteras son nuevas.

Personalmente me declino a favor de un suelo de piedra pulida por la dificultad que entraña el mantenimiento del tatami –cualquiera que se dé una vuelta por una droguerí­a japonesa podrá deleitarse ante la cantidad de productos dedicados a dicho cuidado, tales como insecticidas para eliminar los dañinos ácaros que se reproducen en su interior–. Pero si uno presta la debida atención a este tipo de suelo son múltiples las ventajas que puede ofrecernos, por ejemplo su blandura, su tacto y una buena adaptación a un clima en extremo húmedo como el de estas islas.

En casa sólo tenemos una habitación con suelo de tatami, pues es lo normal en los dormitorios. En pisos más grandes suele haber un cuarto denominado “waheya”, enteramente de estilo japonés tradicional, con el suelo cubierto de esteras. Su función es la de servir como lugar para tomar el té, concretamente cuando recibimos alguna visita, aunque también hace las veces de cuarto de invitados.

Seamos partidarios o no del tatami hay algo que es innegable y es la exquisitez de su fabricación. Hace unos dí­as encontré cerca de la estación de Kobe un expositor de la compañí­a de tatami Yawaragiya, cuyo lema he tratado de traducir para darle nombre a esta entrada. Allí­ un empleado me mostró algunos de sus productos, los que os muestro a continuación:

En la imagen podemos ver cinco tipos diferentes de tatami. El primero de ellos lleva el nombre de “きわみ”, que viene a significar “el sumo placer”. Para obtener diez piezas de tatami (habitualmente una sola tiene unas medidas de 1.50 metros por 90 centí­metros) es necesaria la paja producida por un campo de 3000 tsubo (un tsubo corresponde a 3.305785 m2). La suavidad que se consigue en su textura es inmejorable. Pero su precio es de 61.950 yenes, si el tatami es completamente nuevo, y 42.630 yenes, en caso de que sólo decidamos cambiar la parte superior (la única que queda a la vista). Por supuesto hablamos del valor de una sola estera.
El resto de tipos y sus respectivos importes los listo a continuación:

–“やさしい” (suave), se producen cien piezas a partir de 3000 tsubo; el precio es de 29.400 yenes nuevo o 20.790 con la segunda opción anteriormente citada.

–“そこやか” (sano, saludable), se producen 500 piezas usando 3000 tsubo; su precio está fijado en 24.990 o 17.010 yenes.

–“つどい” (tertulia, reunión), no se describen los detalles de producción pues este tipo y el que viene a continuación son las opciones más económicas; nuevo cuesta 19.110, del otro modo sale en 13.020 yenes.

–“はぐくみ” (para criar y proteger), su precio es de 12.600 u 8.400 yenes.

Para tejer la paja se usan telares como el de la siguiente fotografí­a:

Para finalizar os muestro algunas imágenes del proceso de obtención de la paja desde su plantación hasta su posterior selección una vez resecada:

Como podéis ver hay todo un mundo tras algo que pudiera parecernos un objeto sencillo a simple vista. En lo que a mi respecta trataré de mostrar la debida atención hacia el tatami en lo sucesivo. Ahora puedo explicarme el porqué de ciertas supersticiones sobre la manera de andar sobre él.

PhotoCON

July 27th, 2008

No voy a descubrirle nada nuevo a nadie aseverando que en Japón lo de la fotografí­a es algo muy especial. Todos sabemos de la pasión de los nipones por el mundo de la imagen. Prueba de ello es que algunas de las marcas lí­deres en el mercado tienen mucho que ver con este paí­s.
Si uno entra en una librerí­a de mediano tamaño siempre encontrará una sección dedicada a la fotografí­a, dentro de la cual proliferarán las revistas. La mayorí­a tienen prácticamente la misma estructura: análisis técnicos de nuevas cámaras y objetivos, entrevistas a fotógrafos de renombre, tutoriales (relacionados normalmente con la estación del año que toque, aunque también abundan aquellos en los que se hace uso de una modelo –frecuentemente el tema tratado es el desnudo–), publicación de los trabajos de los lectores, relación de convocatorias de concursos, etc.
Desde hace un par de años suelo comprar una de estas revistas: PhotoCON (que antes llevaba el nombre de Japan Photo Contest Monthly). Elijo esta publicación por varias razones entre las que destacarí­a la calidad del papel, la extensión, la temática (no tengo nada contra una revista que trate de mostrar como tomar fotos de los atributos de una bella señorita, pero puesto que no es el tipo de instantáneas que pretendo sacar prefiero tener esas 40 o 50 páginas ocupadas con otros asuntos –para aquello ya tengo los fabulosos libros del maestro Araki–).
El precio de estas revistas suele oscilar entre los 800 y los 2000 yenes. Esta de la que os hablo cuesta 1200 yenes (más el 5% del IVA japonés). Aquí­ podéis ver la portada de agosto:

Es esta ocasión se nos explica cómo conseguir los mejores resultados al retratar el mar y también los fuegos artificiales, entre otros temas.

Una sección interesante es la de Foto Haiku, donde por supuesto se trata de ilustrar unos versos. Este mes hay uno precioso:

“初浴衣回り道して祖母の家”

Que serí­a algo así­ como “La niña, que viste el Yukata por primera vez, da un rodeo para ir a casa de su abuela”. La traducción es mí­a, nada ortodoxa, pero para que entendáis la idea más o menos.

Una de las fotos más impactantes de este número es sin duda la que lleva por tí­tulo “Kennikuya” (“犬肉屋”), que uno de los lectores enví­a. Está tomada en China y muestra el proceso de desuello de un perro en un restaurante especializado. El fotógrafo se reserva de juzgar el hecho aludiendo a que también era algo frecuente en Japón hasta hace 400 años.

Umeda JR Station

July 22nd, 2008

El sábado pasado paseando por Nankimachi advertí­Â­ la presencia de un puesto que vendí­Â­a postales. Me acerqué y descubrí­Â­ que eran las mismas que algún tiempo atrás habí­Â­a encontrado en un festival musical, aquellas de las que hablaba en una entrada a la que titulé “善九郎工房 (Zenkyuroukoubou)”. En un primer momento me pareció extraña la ausencia de alguien que se encargase del tenderete, pero lo cierto es que hací­Â­a un calor extremo, últimamente rondamos los 35 grados y esto unido a la humedad es asfixiante. Justo detrás del expositor estaba la puerta de cristal de un negocio de sellos japoneses. Se abrió y apareció el artista con el que aquel dí­Â­a tuve el placer de departir un rato.
Me sorprendió gratamente que se acordara de mi. Me explicó que su amigo es el dueño de la tienda de los sellos y este le cede ese espacio delante del establecimiento durante la tarde de los sábados.
Me mostró unas tarjetas que son reproducciones de viejas fotos que él ha ido rescatando de viejas librerí­as o de la tienda de algún que otro anticuario. Sobre ellas, una vez que identifica el lugar y precisa la fecha en la que fue tomada, escribe algún mensaje breve con una refinadí­sima caligrafí­Â­a y estampa su firma. Seleccionó una de ellas y me la regaló. Es esta que veis a continuación:

Curiosa la estampa: el gran espacio vací­Â­o, los raí­Â­les del tranví­Â­a, los “jinrikisha”, un coche de caballos… Sin duda una imagen que poco tiene que ver con la actual estación de Umeda JR. Se supone que la foto fue tomada en 1920. Ya por aquel entonces era uno de los puntos más importantes del paí­s en cuanto al transporte ferroviario.
Y… ¿cómo es hoy en dí­Â­a la zona? Pues mucho ha cambiado y continúa ese proceso de transformación que parece no vislumbrar su fin. Hace unos dí­as subí­Â­ al edificio ACTY Osaka por segunda vez (edificio que posiblemente ocupa el espacio retratado en la vieja postal) y tomé algunas fotos. Podréis juzgar por vosotros mismos de qué dimensiones fue la metamorfosis de Umeda:

El Yodobashi Camera flanqueado por dos enormes grúas que efectúan obras de la compañí­Â­a JR.

El Umeda Sky Biru, siempre impresionante.

La gran torre de la derecha es el Hankyu International Hotel, uno de los más reputados de la ciudad. El avión que sobrevuela Osaka va camino del cercano Aeropuerto de Itami.

La gran avenida de Ougimachidori (扇町通).

En la lejaní­Â­a se deja ver uno de los sí­Â­mbolos de la ciudad, ¿lo reconocéis?

El edificio de Hanshin Hyakkaten, en cuya azotea encontramos restaurante, cafeterí­Â­a y hasta un pequeño parque de recreo para los más pequeños.

Esta última imagen es de la avenida de “Eki Mae” (literalmente “delante de la estación”).

Chotto ippai…

July 15th, 2008

La noche comienza en Japón más o menos a la hora de mi café vespertino, allá por las seis de la tarde. Es el momento en el que comienzan a cerrar las oficinas, siempre que no toque hacer horas extras porque entonces la cosa va para largo. Para la mayor parte de la fuerza laboral nipona es también cuando empiezan a sonar las tripas. Y como si el reloj biológico del “salaryman” activase algún misterioso mecanismo la vida nocturna se abre paso en la urbe: comienzan a abrir los izakaya, las tachinomiya y un sinfí­n de restaurantes que, en grupo, ofrecen un abanico gastronómico tal que hacen de la ciudad algo equiparable a una auténtica exposición universal.
Demos un paseo por el centro para tener una muestra de ello.

No hay que dejarse engañar por el aspecto exterior de estos “garitos”, pues en Japón un negocio con la apariencia del que vemos arriba se supone que ha resistido el paso de los años, y eso nos dice que no faltan los clientes. He visto estrellarse a emprendedores que abrieron locales en los que cuidaron hasta el último detalle en cuanto a decoración, y me consta que no se olvidaron del marketing, pero cayeron. Este llamado “Daruma” es de yakitori. Su decadente imagen es sinónimo de comida sabrosa.

Y aquí­ abajo otra muestra de lo que os cuento la tenemos en este otro, llamado “Shouchan”, que sirve okonomiyaki.

Como español que es uno me cuesta hacerme a la idea de que no sólo a pie de calle hay movimiento. Pero por otra parte descubrir toda la oferta que esconden los edificios a partir de la segunda planta da cuanto menos pereza; a pesar de que cada sitio cuenta con su neón correspondiente en la fachada:

Y a continuación os dejo varias fotos de algunos de los izakaya y pequeños restaurantes de mi barrio:

Tenemos yakiniku…:

…kushikatsu…:

…sashimi…:

…teppanyaki…:

…alcohol…:

…y aquí­ de todo un poco:

¿Qué tal?, ¿apetece una copa? 😀