“Ajisai” (紫陽花 o アジサイ) significa “hortensia”. Este arbusto de origen japonés, cuya floración precede a la temporada de lluvias y se extiende durante varias semanas, abunda por doquiera que nos movamos en esta isla.
Como ocurre con toda flor típica aquí los japoneses admiran su florescencia, llegando a ser otro símbolo artístico más, que alude a esta época del año, de igual modo que el “sakura” y el “ume” aluden a la primavera.
En la siguiente imagen podéis ver algunas “ajisai” que fotografié el pasado viernes en Kobe:
Pero estos símbolos trascienden al arte, no son exclusivos de él. Por ejemplo podemos ver referencias a ellos en la gastronomía propia de cada estación. Y especialmente en la repostería. Como ejemplo os muestro un dulce conocido en Japón como “konpeitou”, que toma su nombre del portugués “confeito”, que significa “dulce de caramelo”. Su origen en Japón se remonta al año 1569, cuando el misionero portugués Luís Froís entregó como presente una caja de este dulce a Oda Nobunaga con el objeto de conseguir el permiso para transmitir el cristianismo en estas tierras.
Aquí veis una caja de “konpeitou” con los colores del “ajisai”:
Realmente los tonos del caramelo nos evocan la flor de la hortensia:
El dulce es bien simple, sus ingredientes son azúcar y colorante. Por cierto, este en concreto que os enseño es un regalito de Kanagawa que recibí la semana pasada:
“Ajisaidayori”, que podríamos traducir como “noticias del ajisai”:
Siendo franco uno no es precisamente alto lo que se dice alto. Españolito corriente de media estatura. Y la verdad es que no ser un Pau Gasol es algo que facilita mucho las cosas a la hora de vivir en Japón. Como muestra un botón, fijaos en el izakaya que descubrimos el domingo pasado en Kobe, a eso llamo yo un “óptimo aprovechamiento espacial”:
Por cierto, el lugar se llama Munakata y su especialidad es el Umeshu, tienen varias decenas de cocktails a base de licor de ciruela, y algunas comidas también contienen dicha fruta. Un lugar interesante si no padecéis de claustrofobia y si lleváis bien eso de sentaros al estilo japonés 😉 .
Seguramente habéis visto alguno de esos sellos que los japoneses usan del mismo modo que nosotros usamos nuestra firma. Existe una versión más artística que pintores y calígrafos estampan en sus trabajos y que de por sí constituyen otra obra de arte.
Siempre me han atraído estos últimos y un día encontré en una tienda de “shodo” todo lo necesario para fabricarme mis propios “in”. Además un kit no era nada caro, de modo que me aventuré a probar. Y lo cierto es que el resultado es bastante convincente.
Un sello siempre supone un bonito regalo para un amigo, especialmente para aquellos que de vez en cuando tienen la buena costumbre de usar el correo tradicional. Además ellos siempre sabrán distinguir entre un presente así y cualquier otro, pues el tiempo que empleamos en realizar el trabajo es también el tiempo que pensamos en ellos.
Hoy trataré de mostraros cómo hacer un sello. Empecemos por ver los materiales que usaremos:
A la izquierda tenemos tres piedras diferentes. Su precio es muy variado, pero puedo deciros que ninguna de las que aparecen en la imagen supera los 300 yenes. Su aspecto es parecido al del mármol y de hecho juraríÂa que de ese tipo de caliza de trata. Lo que veis a la derecha es una especie de gato hecho con dos tacos de madera (en el centro se les ha practicado un corte en ángulo) que están unidos por medio de dos tornillos con sus palometas para agarrar bien la piedra. No recuerdo el precio de este utensilio, pero no creo que superase los 500 yenes. Finalmente debajo tenemos un estilete de doble punta con el que realizaremos la talla.
Bueno, primero necesitamos un dibujo de los ideogramas o los kana que tengamos en mente para nuestro sello. En el caso de las imágenes que veis elegí los caracteres hiragana correspondientes a “A-na” (あな) pues queríÂa hacerle un regalito a mi amiga Ana. Yito se encargó de escribir varios tipos y yo escaneé el que más me gustó. Con ayuda de Photoshop estiré el diseño para adaptarlo a la base de la piedra, cuadrada en esta ocasión. Después imprimí el resultado pero invirtiendo los colores y volteando la imagen horizontalmente, pues es obvio que tenemos que tallar la imagen en sentido contrario al que aparecerá en el papel (todos tuvimos nuestras sesiones de Barrio Sésamo, ¿no? 😉 ).
Luego coloqué un trocito de papel de carbón sobre la piedra y usé celo para fijarlo bien. Sobre este puse del mismo modo el diseño impreso. Aquí podemos ver esta fase del proceso:
A continuación con un lápiz bien afilado rellené la parte en blanco del dibujo y retiré el papel y el carboncillo. El dibujo se ve de manera muy tenue, por eso yo siempre lo repaso con un rotulador permanente de punta fina:
La siguiente fase es la más delicada, aqué necesitaremos un poquito de pulso y buen control de la mano, pues a la míÂnima que nos descuidemos se nos va el estilete y nos cargamos el motivo. Mi consejo es tallar con suavidad y lentitud, cavando el surco en varias pasadas. De vez en cuando necesitaremos hacer pruebas sobre papel con un tampón (el que veis en la foto es de una de esas tiendas de todo a 100 yenes):
Una vez que conseguimos la impresión deseada ya tenemos listo nuestro sello. Si quedan imperfecciones siempre podemos suavizarlas con una lija de agua del tipo más fino que encontremos:
Para que nuestra pequeña obra esté siempre bien conservada podemos usar una de las cajitas que encontraremos en las mismas tiendas que venden el resto de los materiales:
Pues ya habéis comprobado, los materiales están al alcance de cualquier bolsillo, el proceso es bastante entretenido sin requerirnos demasiado tiempo y, como dicen los de Master Card, la sonrisa de una amiga no tiene precio 🙂 .
No es uno de mis platos preferidos pero siempre me recuerda la época inmediatamente anterior a mi llegada a Japón. Por aquel entonces cuando llegaba a casa por la noche desde la facultad unas veces el cansancio y otras la pereza me llevaban a recurrir al ramen. Me calentaba un poco de agua en un cazo y le añadía un sobre de esos de Sapporo Ichiban que vendían en uno de los supermercados chinos del centro de Sevilla. Ya traía su condimento y su salsita en sobres, pero yo añadía verduras, huevo, carne o lo que pillara por allí, para proporcionarle algo de chicha a la cosa.
Una vez en Japón la verdad es que pocas veces he tomado ramen en restaurantes. Para una cena suavecita no lo veo mal, pero como almuerzo me suelo quedar con hambre. Suelo preferir otros platos.
Pero en este país cuando alguien habla sobre el ramen el tema es tratado en no pocas ocasiones con suma pasión. No faltará nunca en un grupo de japoneses quien pueda proponer una pequeña pero contrastada lista de establecimientos que ofrezcan buen ramen en la ciudad. Conozco a algunos de estos gourmets aficionados y siempre es interesante pedirles consejo.
El domingo estuve de paseo por Denden Town en Osaka. Allí me encontré con una tiendecita de ramen instantáneo llamada Sakura (es una cadena). Se trata de un lugar en el que podemos encontrar cualquier tipo de ramen de cualquier parte del país, incluso sabores llenos de nostalgia que fueron populares en el pasado pero que no se producen para el cliente en general en la actualidad, son exclusivos para estas tiendas.
Podemos tomar el ramen allí mismo o llevarnos a casa nuestra selección.
Si os apetece acercaros a probarlo vosotros mismos aquí hay un mapa.
El interior de la tienda es de lo más retro, con un televisor de época y todo 😀 .
Recuerdo que mi amigo Javi, quien conoce Tokio tan bien como Osaka, me decía que Denden Town era más interesante que Akihabara porque, entre otras cosas, a la hora de comer algo en Nihonbashi la oferta gastronómica es mucho mayor. Sakura es un claro ejemplo de ello.
Y a vosotros, ¿os gusta el ramen?
-cuarto y mitad de japoneses
-cuartito de españoles
-vino de la tierra
-cervecitas
-chu-hai
-la paella de Michio
-una playita
-un trípode
-una cámara con disparador automático
Supongo que siempre ha existido y existirá ese sentimiento de los adultos hacia las generaciones más jóvenes acerca de la educación y los buenos modos, de su determinada carencia o total ausencia según el caso. Siempre parece que cualquier tiempo anterior fue mejor que el presente en este sentido y tristemente pudiera ser que los más veteranos tuvieran mucha razón visto lo visto.
Hoy caminaba por la zona de Kenchoumae, en Motomachi, justo donde se ubica el Instituto de Enseñanza Secundaria de Ikuta (神戸生田中学校). Allí los estudiantes habían colocado en la valla que circunda el edificio una serie de dibujos, que ellos mismos han realizado, con mensajes que nos recuerdan algunas cosillas importantes que no debemos de olvidar. La cosa va de dibujos últimamente. Aquí tenéis una muestra:
“Está prohibido dormir en clase”, no creáis que es algo tan obvio, yo he podido comprobar que esto es de lo más normal por aquí…
“¿No está usted confundido?”, en referencia a las pintas que se ven por las escuelas (uniformes modificados, peinados poco apropiados, maquillaje, etc.).
“¿Está corrompida la moral?”, más de lo mismo pero algo más esquemático.
“Mantengamos limpia la escuela”, una labor que forma parte de los deberes del estudiante en Japón. Y me parece genial, es un modo de inculcar en los chicos la idea de que lo que es público ha de ser cuidado como lo personal.
“El tren no es tu cuarto”, que se refiere al comportamiento molesto de algunos jóvenes dentro del vagón (usan el teléfono móvil, hablan en voz alta, se maquillan, hacen mal uso de los asientos, etc.).
“¡Vamos a saludar!”, esta se la podían aplicar muchos adultos también, por ejemplo algunos de mis vecinos… 😀
“Tiremos la basura”, para algo están la papeleras, aunque dicho sea de paso a veces es difícil encontrarlas en Japón.
“Objetos prescindibles”, reprimir el ímpetu consumista en Japón lo veo dificilillo…
“Prohibido, no respires el humo de la hierba”, clara alusión al rechazo que produce el tabaco en esta sociedad. En este barrio en concreto existen ya zonas sin humo.
En una de mis recientes visitas a Kyoto, paseando por la calle Sanjyo, me encontré con una de las esquinas más atractivas de la antigua capital, la del Nihon Seimei Kyoto Sanjyo Building, edificio que ocupa este espacio desde 1914. Esta es la foto que tomé en aquel momento:
El día del Shinkaichi Ongakusai había un dibujante en unos de los puestos del mercado de arte del evento que vendía copias de sus obras, todas ellas sobre algunos de los rincones con más magia de Kyoto, Osaka y Kobe. Rápidamente mis atención cayó sobre una de sus postales, esta que veis aquí:
Tomé la postal, la vi bien de cerca para asegurarme de que era el mismo lugar y su autor me invitó a girarla para ver el mapa adjunto que explicaba su ubicación:
Le comenté la coincidencia. No me sorprendía tanto el hecho de que él hubiera retratado la misma esquina que yo en Kyoto, al fin y al cabo se trata de un lugar bastante concurrido y más o menos conocido, lo que realmente me sorprendía era que muchas de sus postales mostraban lugares que anteriormente también a mi me habían llamado la atención hasta el punto de pararme para tomar una instantánea de ellos.
Me traje algunas estampas además de la de arriba. Las que os muestro a continuación son de dos lugares cercanos a mi casa. Junto a los dibujos podéis ver mis fotos:
Kobe Kaigan Building, en la zona de Minato Motomachi.
Línea del ferrocarril de la JR cerca de Hanakuma, en Kobe.
En el sello estampado sobre el sobre que contenía las postales podemos ver el nombre y la dirección de la tienda del artista, el nombre del lugar es que da el título a esta entrada. Muchas veces me preguntan sobre cuál sería un buen regalo para llevar a un amigo lejos de Japón. Creo que estas estampas pueden ser un “omiyage” perfecto. ¿Qué os parecen?
El pasado fin de semana se celebró la octava edición del Shinkaichi Ongakusai, el festival de música del barrio que lleva el mismo nombre. Era la primera vez que íbamos y sólo pudimos asistir a los eventos programados para el domingo, pues el sábado estuvo lloviendo todo el día.
Shinkaichi queda al oeste de la estación de Kobe, se puede llegar andando apenas cinco minutos. En esta zona de la ciudad encontraremos una calle larga que está flanqueada por unas grandes esculturas que muestran la silueta de un hombre ataviado con un sombrero. Dentro de esta calle está el edificio del Art Village Center, donde tienen lugar algunos festivales de cine interesantes (allí se celebró hace ahora cuatro años el Hispanic Beat). En una ocasión oí de la boca de un viejo residente que este lugar fue pionero en la proyección de cine en todo Japón.
Si uno sigue subiendo la calle en dirección norte se encontrará con una gran galería que está llena de establecimientos de pachinko y slot, pero donde además econtraremos algunos de los restaurantes con más solera de la ciudad.
La zona fue antaño el centro de la diversión de Kobe, lo que ahora es Sannomiya. Es curioso que en la actualidad los ciudadanos se refieren al lugar como a un sitio peligroso y falto de interés. Es cierto que junto a Shinkaichi está Fukuhara, una zona llena de prostíbulos, y aquí es inevitable establecer la conexión entre un lupanar y el hampa.
A favor del barrio de Shinkaichi puedo decir que a pesar de las pintas que podamos encontrar la gente suele ser bastante campechana, menos estirada que la que pulula por zonas supuestamente más “decentes”. Las primeras impresiones suelen tener poca validez en más de una ocasión, y en más de dos. Esto me recuerda cuando una vez mientras escuchaba a una chica tocar la guitarra en la puerta de la estación se me acercó un vagabundo y me ofreció un café…
Al final de aquella galería de la que hablaba antes está en parque de Minatogawa. Allí colocaron el “main stage”, aunque a lo largo de todo Shinkaichi se sucedían las actuaciones de grupos de música de todos los estilos, hasta flamenquito tuvimos.
En Minatogawa Kouen también instalaron algunos puestecillos de comida de varios países (Corea, Sri Lanka, México, Ecuador…) y tenderetes de arte y artesanía.
En uno de esos tenderetes conocimos a una chica de origen coreano llamada Sai, muy simpática y bastante guapa. Estaba vendiendo sus postales, algunos muñecos y realizando retratos por 500 yenes. Esta que veis en la imagen es Sai:
Para ella posamos Ana, Yito y un servidor. ¿Nos veis parecido? 😉 :
El caso es que Sai no era la única chica que estaba por allí dibujando retratos, también estaba Chika Tanikawa, para quien también posamos pero esta vez por separado. Aquí tenéis una pequeña muestra de Chika en acción, video incluido:
Y aquí estamos los tres, que parecemos recién salidos de un manga, Dios, qué guapísimos 😀 :
Este señor era simpatiquísimo, todo un crack. Tampoco quiso volverse a casa sin su retrato. Al despedirse de nosotros nos regaló un “adios” muy español y todo:
Decía el otro día que me gustó probar una cámara réflex. Y puesto que mi pequeña IXY Digital 600 se iba mereciendo un descansito me decidí a comprarme algo más serio. La elegida fue finalmente otra Canon, pues de momento los productos de esta marca que he probado me han dado muy buenos resultados. Por supuesto que para la elección no han faltado visitas a tiendas y revisiones a catálogos, búsquedas en internet, consultas a otros usuarios y demás.
El kit que he adquirido es el Canon EOS 40D con objetivo EF-S 17-85 IS USM, pues los dos que usé en el zoológico la otra vez con la Kiss X2 no me convencieron demasiado al compararlos. De este modo tengo casi un gran angular y un zoom increíble, que para iniciarse en esto no está nada mal.
Apenas me he podido parar a investigar en condiciones las posibilidades de la máquina, pues hemos estado de Golden Week y son días en los que entre una cosa y otra se para poco y se descansa menos. Pero ya he puesto en práctica el formato RAW, que me gusta porque ofrece una cantidad de opciones enorme de retoque a la imagen obtenida. Creo que un fotógrafo medianamente hábil que tenga un poco de manejo en Photoshop desechará pocas de las fotos que tome.
Aquí dejo algunas de mis primeras fotos con la EOS: