Esta semana pasamos un par de días en la prefectura de Shiga. Allí viven los padres de Yito. Su madre se dedica desde que era bastante joven a la confección de kimonos y particularmente de una prenda que se coloca sobre estos en invierno, el “houmongi” (que literalmente significa “prenda para visita”, pero que viene a ser una especie de abrigo). Sus prendas son todas hechas a medida y son vendidas en un establecimiento del centro de Kyoto. Uno se queda embobado al ver en su taller las finas telas de seda estampada que ya de por sí son una obra de arte, pero que alcanzarán todo su esplendor al ser lucidas por sus futuras propietarias.
Precisamente andaba yo buscando motivos interesantes entre los retales que ella, Hatsuko, va acumulando en una bolsa para luego desecharlos cuando me propuso que le echara un vistazo a las telas de los kimonos que guarda en uno de los armarios de la estancia. Ni siquiera Yito sabía del tesoro que allí hay. Y yo descubrí el placer de admirar un kimono o un obi al despojarlo de su envoltorio, una sensación que imagino que será mil veces más intensa cuando una japonesa recibe uno de estos vestidos y lo abre por primera vez.
Os he querido mostrar un ejemplo aquí con unas fotos en sucesión del acto de sacar un obi de seda de su funda:
Sobre el papel está escrita la palabra “oatsurae”, que significa “hecho a medida”.
Simplemente hemos de ir soltando los lazos de tela y plegando hacia el exterior las solapas del papel.
El obi parece muy ancho pero al vestirlo se pliega una vez quedando su tamaño reducido a la mitad.