Leaving Las Vegas?

January 22nd, 2007

La verdad, no recuerdo haber comprado nunca tanto alcohol para mi propio consumo. Otra cosa era cuando uno se encargaba de ir a comprar algunas botellas para celebrar algo con los colegas, pero hoy me dio por ahí­, pero la cosa tiene su explicación.
Desde hace ya algún tiempo tení­a amontonados unos billetitos de Daimaru que habí­a recibido como oseibo, regalitos de navidad, que supuestamente podí­an ser canjeados por latas de cerveza japonesa, algo que para ser sincero no me quitaba el sueño. Pero hoy ya os digo, me dio el puntito y me llevé la grata sorpresa de que podí­a canjearlos por cualquier cosa con alcohol que viera por allí­, así­ que me traje, de momento, esto. Y digo de momento porque tení­a en casa unos quince billetitos de esos y llevaba en la cartera sólo tres, así­ que me parece que me voy a montar un minibar en mi rinconcito de Motomachi, oiga ;-).

La verdad es que uno no bebe demasiado, pero una copita de vez en cuando no deja de ser un placer, y una cena con vino no es lo mismo que con Coca Cola, y además es gratis!.

Museums Grutto Pass Kansai

January 21st, 2007

Gurutto significa “alrededor”. Museums Gurutto Pass Kansai es un pase con vigencia trimestral para visitar los museos de Kansai gratis o con descuento (según cada lugar). Su precio es de mil yenecillos y con él podremos visitar un total de 65 museos y otros lugares de interés (aquí­ tenéis la lista).
Yo lo encontré en la librerí­a Junkudo pero también está disponible en algunas oficionas de turismo y convinience stores.
La cuenta atrás de su vigencia de tres meses se activa al sellar el pase en nuestra primera visita.

Maguro

January 20th, 2007

Os quiero remitir hoy un artí­culo de Arturo Pérez-Reverte que me ha parecido interesante. Y es que en los últimos meses he leí­do por algún que otro blog comentarios de internautas que duermen muy tranquilos porque rechazan con firmeza el consumo de carne de cetáceo que ocurre a 10600 kilómetros de su casa, teniendo muy cerquita en proceso un exterminio similiar, el del atún rojo.
La ignorancia, ingrediente que mezclado con una dosis de vena ecologista de andar por casa resulta poco menos que absurda. Y no crean ustedes que el que escribe este blog esté reservándose el derecho de no sólo no liberar a Willy sino el de trocearlo y servir su cuerpo en un kaitenzushi, nada más lejos de mis intenciones. Precisamente tuve la ocasión, recién llegado a Japón, de provar la carne de ballena una noche en un restaurante de sashimi de Sannomiya. Mi anfitrión aquella noche me invitó a una degustación de pescado crudo que él mismo eligió, de modo que uno se limitó a ir correspondiendo vaciando aquellos platos tan exquisitamente presentados. Y he de decirles que uno puede perfectamente morirse sin haber probado el sabor de la ballena cruda, no se pierden nada.
Pero el atún rojo es otra historia, es el pata negra del sashimi y el que lo prueba, por lo general, repite. El que yo me he permitido hasta la fecha no creo que venga de España, lo sé porque sé cuánto pagué en cada ocasión, que fue bien poco, unos 650 yenes por un menú como el de la siguiente imagen:

Tampoco el que encontramos en supermercados con el precio rebajado es del que tratamos, de hecho su bajo precio atiende a su abundancia:

Hablamos pues del sashimi de maguro que cortan en buenos restaurantes y por el que no pagaremos menos de 700 yenes por una porción de sushi. Y os aseguro que ese plato es muchí­simo más frecuente y demandado que el de cetáceo.

Os dejo ya con el artí­culo de Don Arturo:

Sushis y sashimis

Les juro que a estas alturas ya me da igual. O casi me lo da, porque hace tiempo comprendí­ que es inútil. Que los malos siempre ganan la batalla, y que el único sistema para no despreciarte a ti mismo como cómplice consiste en escupirles exactamente entre ceja y ceja, y de ese modo estropearles, al menos, la plácida digestión de lo que se están jalando. Esta introducción -o proemio, que dirí­a don Antonio Gil, mi profesor de latí­n- viene a cuento del atún rojo, y el atún fucsia, y el chanquete, el salmonete o lo que ustedes quieran, y de los peces en general y de un mar en particular, el Mediterráneo en este caso. Y me da igual, les decí­a, o hago como que me lo da, que los pescadores, entre los que alguno no tiene dos dedos de frente o medio palmo de escrúpulos y le da lo mismo tener pan para hoy y hambre para mañana, estén logrando la extinción de cuanto vive bajo el agua, hasta el punto de que ir a una lonja para una subasta da ganas de llorar, cuando ves lo que sacan del agua: cuatro raspallones de mala muerte, un cefalópodo junior y un atuncí­llo despistado que pasaba por allí­.
Me da igual -o me pongo así­ de esta manera, como si me diera o diese-, que ahora los pescadores trabajen para esos campos de exterminio flotantes que se han montado en España los del atún rojo: las jaulas donde dicen que los crí­an, qué risa Basilisa, juas, juas, juas, como si no supiéramos algunos que ese atún no nace en cautividad ni aunque los padres estén borrachos, y que lo que se está haciendo en el Mediterráneo con ese bicho, además de una canallada ecológica, es un negocio que sólo beneficia a unos cuantos, y sobre todo a los japoneses que pagan una pasta, porque allí­ ese pescado es apreciado y carí­simo.
Podrí­a, si tuviera ganas -pero ya no tengo muchas-, detallar cómo se lo montan aquí­ mis primos; cómo detectan con avionetas los bancos de atún, los acosan, los cercan, los encierran en jaulas marinas, los engordan, los matan y se los remiten a los de las Nikon para sushis y sashimis. Podrí­a contar cómo, pese a que España es un paí­s que en teorí­a protege la especie en extinción del atún rojo -aquí­ no se expiden licencias, faltarí­a más, somos Unión Europea de elite y todo eso se hacen bonitas carambolas a cuatro bandas con licencias francesas y con morro nacional, un poquito de tela por aquí­ y un poquito de mandanga por allá, se habla eufemí­sticamente de viveros y de criaderos y de la zorra que los parió, y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, del que también podrí­amos charlar despacio otro dí­a, mira impávido al tendido, supongo -me da la risa floja al suponerlo- que por amor al arte; y la Dirección General de la Marina Mercante prefiere no meterse en problemas; y los ecologistas, a quienes tanto les gusta salir en las fotos para gilipolleces, andan en esta materia con el bolo colgando en vez de montar la de Dios es Cristo; y los pescadores, esos pobres pringados, en lugar de boicotear ciertas jaulas o bloquear un puerto, o incluso pegarle fuego al organismo oficial correspondiente, aceptan trabajar como sicarios por cuatro duros miserables para los que de verdad se lo llevan crudo y que luego se hacen fotos en plan empresa ejemplar con las más altas autoridades, consejeros, presidentes y ministros incluidos, todos compadres con sus corbatas verde y rosa fosforito, encantados de conocerse í­ntimamente unos a otros. Smuac. Podrí­amos entrar en documentados y deliciosos detalles sobre todo ese panorama, repito. Pero a estas alturas no sirve de nada, y ya he dicho antes que me da igual; que el mal está hecho y es irreversible, y que cuando tenga ocasión de tropezarme a algún responsable de toda esa bazofia, ya me encargaré personalmente de ciscarme en su puta madre, si puedo. Pero lo que ya no me da igual es izar las velas para olvidar precisamente que vivo en un triste lugar llamado España, con elevadí­simo número de sinvergíŒenzas por metro cuadrado, y cuando al fin me creo libre allá afuera, Génova y Mayor arriba y con quince nudos de viento a un descuartelar, rumbo a donde sea, toparme con uno de los doscientos mil laberintos de jaulas, redes y balizas que ahora hay fondeados de cualquier manera y multiplicándose por todas partes, a veces sin señalar en las cartas, mientras te preguntas quién es el imbécil -en el más honesto de los casos- que autoriza que los calen aquí­ y allá, con luces que a menudo están apagadas en noches de temporal, en medio de las rutas tradicionales, bloqueando el paso a los abrigos de toda la vida -la otra noche, por ejemplo, eché las muelas recalando en la trampa mortal en que han convertido La Azohí­a de Mazarrón , y olvidando que, además del derecho de unos pocos a enriquecerse con el exterminio, para otros también existe el derecho a la libre navegación, y a que no nos toquen los cojones. y eso sin contar la sensación de tristeza, la amargura que produce navegar entre esas jaulas siniestras que huelen a mares desolados, a dinero turbio y a muerte.

Arturo Pérez-Reverte

El Semanal

14 de abril de 2002

Los japoneses los tienen más pequeños

January 19th, 2007

Era algo inevitable el tí­tulo de este post, ya sé que es poco imaginativo, facilón, predecible y todo lo que uno quiera, pero es que sigo con mi disritmia circadiana y escribir a estas horas en estas condiciones es lo que tiene…
En fin, obviamente estamos hablando de los cepillos de dientes.
Lleva el que escribe unos tres años en Japón y hay cosas que uno ve ya como propias. Entonces llega el momento de viajar a España, de vuelta al punto de partida para pasar unos dí­as y… pum!!, se encuentra uno con que eso del “cultural shock” no sólo le ocurre en paí­ses diferentes al que está escrito en la cubierta de mi pasaporte sino que en allí­ también puede darse.
Les cuento a ustedes: resulta que cuando llegué a Sevilla llevaba un kit de esos de viaje para lavarse los dientes con una especie de cepillo plegable metido en una caja de plástico de lo más cutre. Las cerdas eran de esas que lo mismo te limpian la boca que te ayudan a limpiar la platerí­a o las bují­as del coche, ya puestos. No era muy agradable el cepillado, no.
En esas que me fui a buscar un cepillo en condiciones y me meto en El Corte Inglés, esos grandes grandes almacenes (ingenioso que está uno con los juegos de palabras, será cosa de la disritmia esa). Yo llevo tres años, os decí­a, en Japón, vamos, que ha llovido mucho en España desde entonces pero que se sigue usando la misma moneda y que la capital sigue estando en Madrid. Y digo esto porque, joder, vaya como se cuelan con los precios, pedir tres euros por un triste cepillo es poco menos que un saqueo. En Japón un artí­culo de semejantes caracterí­sticas no llega a los 150 yenes, tomen ustedes buena nota (esta frase es de Don Manué).
Pero no queda la cosa ahí­, porque cuando me fijo en el tamaño del cabezal del cepillo me pregunto si me he equivocado de sección y en un despiste me he metido en la de guarnicionerí­a y esos son los cepillos para équidos. Error, obviamente no es así­ y lo que ocurre es que durante mi estancia en Japón debo de haber menguado.
Aquí­ os muestro mi cepillo de dientes japonés y el de los tres eurazos del ala:

Por cierto, los dentistas recomiendan en Japón que se usen cepillos de tamaño pequeño para asegurar una óptima higiene bucal.
Otra cosa, ¿os habéis fijado en lo similar que es el diseño de ambos cepillos?, sospechoso…

Doce años

January 18th, 2007

Un año más desde aquel fatí­dico momento.

Tu quoque, Pekochan, filia mi…

January 16th, 2007

Se destapó un nuevo escándalo en Japón. Fujiya, la mayor cadena del paí­s de pasteles y bollerí­a que factura hasta 70 millones de yenes diarios, vendió pastelitos con leche caducada. Os dejo aquí­ un par de fragmentos de artí­culos de prensa sobre el tema:

“La famosa cadena de pastelerí­a Fujiya reveló que vendió 2.000 pastelillos rellenos con crema láctea que habí­an sido elaborados con leche pasada y que ya habí­a caducado el 8 de noviembre del año pasado.

El escándalo llegó a tal nivel que desde ayer cerraron 5 fábricas de pasteles proveedoras de Fujiya, mientras las tiendas de la cadena dejaron de atender hasta que la administración confirme plenamente la calidad de los productos.

El presidente de Fujiya, Rintarou Fujiki, reconoció en rueda de prensa que su empresa se estaba restableciendo de pérdidas de ingresos y déficit desde hací­a 4 años cuando le ha llegado este problema.

La fábrica proveedora de Fujiya que provocó la infracción está en Saitama y desde ahí­ envió pastelillos con leche caducada a nueve prefecturas del paí­s como Nigata, Fukushima, Shizuoka, y en la zona Kanto. Después de la investigación se descubrió que esta fábrica habí­a utilizado leche pasada en siete veces.

Se calcula que ha colocado en el mercado unos 16.000 pastelillos rellenos con leche pasada. El mismo producto defectuoso fue usado también para preparar tortas de manzana en cuatro oportunidades. Además, en esta fábrica se ha llegado a capturar ratas. En 2006 se llegó a matar 50 de esos roedores en un mes.

El presidente Fujiki dijo que desde el descubrimiento del caso se demoró casi dos meses en hacerlo público. “Debí­ hacerlo antes, pero estuve pensando en las medidas que debí­a aplicar para enfrentar problema”.

La cadena Fujiya es un verdadero emporio de los pasteles y los panes con tiendas y caferí­as instaladas en casi todo el territorio japonés. Solo la venta de tortas le representa entre 60 y 70 millones por dí­a, cifra que llega a 100 millones diarios en un fin de semana.”

Esto lo dice el portal http://www.ipcdigital.com/.

Y el Daily Yomiuri Shinbun dice

“Fujiya Co. President Rintaro Fujii said Monday he would resign to take the blame for the confectioner shipping products made from old ingredients.”.

Realmente preocupante. Quizás esto no sea más que, como es habitual en este mundo, la punta de un iceberg que ya es un viejo conocido.
Cualquiera que pase unos dí­as en las islas se dará cuenta del bají­simo precio de este tipo de artí­culos de alimentación. Mejor no pensar demasiado…
En cuanto a la existencia de ratas la verdad es que no me sorprende. Recuerdo una temporadita que pasé en Londres, yo frecuentaba un Dunkin Donuts que habí­a en Piccadilly Circus, donde trabajaban algunos españoles. Uno de ellos me comentaba con cierta asiduidad que encontraba ratones en el sótano, donde se almacenaban las harinas y azúcares con que se preparaban los donuts. Es algo que ocurre por doquier.
En fin, pobres ratas, ellas sí­ que no saben lo que comen. Nosotros seguiremos consumiendo lo mismo, aún a sabiendas de qué es lo que engullimos, somos así­, qué le vamos a hacer…

A propósito, esta chica es la simpática Pekochan, la imagen de la compañí­a Fuyija:

Rebajas de enero

January 15th, 2007

Huyendo del frí­o busqué en las rebajas de enero…

Así­ comenzaba una canción de Sabina, y hoy llegué a pensar que igual su autor escribió la letra tras un dí­a de enero paseando por las calles de Kobe, qué frí­o hace y cómo se echa de menos el calorcito del sol de Sevilla.
Bueno, como véis ya estamos por aquí­, ya haré un resumensillo ilustrado de nuestro periplo.
Hoy salimos a dar una vueltecilla para tratar de mantenernos despiertos, las cosas de la disritmia circadiana (jet lag en inglés, para que nos entendamos). Un breve paseí­to para volver a probar los sabores de la gastronomí­a nipona y hacer algunas compras para que el frigorí­fico tenga algo de color en su interior.
Después de viajar por Andalucí­a uno no puede evitar caer en las comparaciones, eso sí­, he de decir que ninguna de las partes implicadas sale perdiendo en el cómputo general, cada sitio tiene su cosilla, o cosillas, buenas, malas, mejores y peores.
Hoy me hizo mucha gracia algo que pasó. Pasamos por los almacenes de Comme í‡a Store que hay cerca de la estación de Kobe, y me llamó la atención el bonito cartel que allí­ anunciaba las rebajas de enero. Me gustó y pensé que igual si pedí­a uno sonarí­a la flauta, fetichista que es uno. En fin, se lo preguntamos amablemente a uno de los jóvenes dependientes que nos pidió que esperásemos un momento porque tení­a que ir a no sé donde a preguntar por el tema. Al cabo de un rato apareció con un din A4 con una copia de alta calidad a todo color del póster, pues según normas de la compañí­a los carteles no deben salir de la tienda.
Por supuesto el chico nos pidió perdón.
Este es el cartel, ¿qué os parece?:

Bueno, me hací­a gracia el trato al cliente, quizás un tanto excedido, yo me hubiese conformado con un “lo siento, chaval, pero yo estoy aquí­ para venderte ropita”, pero la verdad es que esa actitud en ellos ayudará a que yo siga comprando en sus almacenes.

En el otro extremo hace unos dí­as estuve en El Corte Inglés de Sevilla, en la Plaza del Duque. Iba yo buscando libros en una zona en la que colocan ofertas y encontré algunos, de modo que con ellos en la mano me dirijo a la caja, donde la dependienta me suelta en un tono chulesco y de lo más descortés: “¿esto de ónde l´as cogí­o?!”, como si hubieran sorprendido a uno mangando, vaya. Y ella se queda tan tranquila, más pancha que ancha, faltando el respeto a un cliente con el que no sólo se permite el lujo de tutearlo sino que lo hace faltándole al respeto. Así­ está el patio…
En fin, el que lea con cierta asiduidad este blog sabrá que no es mi intención la de adular gratuí­tamente a una sociedad que tiene sus defectos, a veces muy gorditos, pero tampoco pecamos por aquí­ de chovinismo, así­ que lo que es del César pues para él.
Cuando ocurra algo a la inversa también aparecerá por aquí­ narrado si uno lo cree conveniente.
Un saludote, ahora ya sí­ desde Motomachi, “Motomachi Blues Again” 😉

Desde Sevilla

January 10th, 2007

Seguimos en Sevilla, ya nos va quedando poquito tiempo por aquí­.
Hace un par de dí­as pudimos mostrarle un trocito de esta ciudad a nuestro amigo Shota, que aparece aquí­ en la foto junto a otro de nuestros coleguitas, Javi, que también pasó su tiempecillo por los Japones.
Bueno, qué remedio, dentro de dos dí­as tendremos que cambiar de nuevo la Giralda por la Kobe Tower :-).
Y qué tal ustedes? se portaron bien los Reyes?!.

Saludotes.

Luminarie 2006

December 25th, 2006

Bueno, llega el último post del año desde Japón, antes de las vacaciones, creo que merecidas. Por supuesto que volveremos en enero, allá por la segunda quincena. Mañana, a primera hora del dí­a, partimos con rumbo a Sevilla, muchos kilómetros por delante…
Ha sido un año interesante y muchas de las experiencias que hemos vivido en este 2006 las hemos podido compartir con ustedes, lo que las hace más interesantes aún.
Espero de verdad que podamos repetirlo en el año que se avecina. Muchí­simas gracias a todos por estar ahí­, es un placer saber de vuestra presencia siempre.

En fin, para despedir este 2006 os queremos dejar algunas imágenes del Luminarie de este invierno, que parece que ha congregado a más gente que en anteriores ediciones, acolapsando el centro de la ciudad durante los fines de semana. Nosotros fuí­mos el dí­a de su cierre, el pasado jueves, y aún habí­a miles de visitantes:

Aunque es cierto que los cambios son difí­ciles de apreciar de un año a otro no es menos cierto que no deja de ser impresionante:

Y desde el interior es desde donde más impresiona:

Yito disfrutando del momento:

Y un servidor también:

Miles y miles de personas que no dejaban de caminar hacia Sannomiya, pero todo en un orden digno de elogio, la organización es tan genial como el civismo de los ciudadanos:

Y hablando de los ciudadanos… echemos un vistazo a los visitantes:

Y unos videos de regalo:

FELIZ NAVIDAD A TODOS Y QUE TENGíIS UNA BUENA ENTRADA EN EL NUEVO Aí‘O

Volveremos muy pronto!, no os olvidéis de nosotros!!!!

City Lights

December 19th, 2006

Llegó el frí­o, el verdadero. Lo trajo el Rokko Oroshi, ese viento que baja desde las montañas allá por Nishinomiya y enfrí­a Kobe, ese del que cantan los fans de Hanshin Tigers.
Y cuando hace frí­o nota uno que sus retinas se humedecen y entonces la visión se hace más ní­tida, no hay mayor sensación de claridad, de pureza en el aire, aunque ese frí­o nos cale hasta los huesos, como hoy sentí­.
Caminando por Sannomiya entre neones me paré un instante a sacar unas fotos, a eso de las seis de la tarde, cuando comienza la noche en Japón y en esta época del año en la que muchos grupos de oficinistas se citan para los bounenkai, esas reuniones que tienen lugar en los izakaya, uno de tantos rituales “giri” (acto o evento social motivado por el compromiso y que tiene razón de ser por la necesidad de mantener el equilibrio social, no es nada espontáneo aunque pudiera parecérnoslo).
Os dejo una de esas fotos: