La situación geográfica de Kobe y el apogeo de la actividad portuaria hicieron de esta ciudad una encrucijada de caminos que entre otras cosas favoreció la adopción de un estilo musical originario de los Estados Unidos: el jazz.
Uno, poco hecho a tales sutilezas melódicas (más por ignorancia que por otra cosa, reconozco), sentía una extraña mezcla de respeto y repudio por dicho estilo musical.
Realmente es fácil llegar a pensar que el jazz está reservado a individuos sumamente refinados y que por más que uno se empeñe no dejará de ser poco accesible. Craso error. Como si resultaran más alcanzables otros géneros tales como el flamenco, el folk, el blues o el bossa, sin ir más lejos.
Vivir en Kobe y alternar con sus habitantes me ha hecho cambiar de opinión. Ellos han aprendido a disfrutar del jazz, se han acercado a él sin sentir la más mínima aprehensión.
Uno de los músicos de jazz de bronce de Kitano Circus, en Kobe.
Frecuento un pequeño restaurante ubicado en el barrio chino que curiosamente sirve platos japoneses. A lo largo de los dos últimos años me he granjeado la simpatía por parte de sus dueños, un matrimonio que rondará los 60. Ambos disfrutan de su trabajo en el pequeño establecimiento de aire norteamericano (de la costa este, por supuesto) que se ha convertido en su segunda casa. Siempre que entro me reciben con sumo agrado. Creo que no puedo decir que haya restaurante en Japón donde coma mejor. A veces el sabor no lo es todo (aunque no quiera decir con esto que el tonkatsu de So-Hei no sea digno de aparecer en cualquier guía de viajes que se precie de veraz). La compañía se transforma allí en camaradería. Los clientes conversan con uno como si le conocieran de toda la vida, desde el primer día. Quizás sea el único sitio donde la primera pregunta dirigida a mi no suele ser “どちらの方ですか?” (“¿de dónde es usted?”) sino algo totalmente diferente, quizás relacionado con la noticia que aparece en ese momento en el pequeño televisor del local o sobre el resultado del partido de los Tigers el día anterior.
El “sensei” disfruta enseñándome la música de los artistas que admira tanto como yo escuchándolos. A veces saca algunos CD y, tras oír algunas pistas, directamente me invita a llevármelos a casa para degustarlos con la tranquilidad de la que son meritorios.
Así conocí a George Benson. Por supuesto sabía de su existencia pero poco más. Recordaba que su nombre figuró en uno de los portentosos carteles de aquel festival, antesala de la Exposición Universal de Sevilla en 1992, “Leyendas de la Guitarra”. En concreto aquel día compartieron escenario George Benson, Larry Coryell, el bajista Stanley Clarke y Paco de Lucía, entre otros… casi nada. Eso fue en 1991, yo apenas tenía 16 años por aquel entonces, poca edad y menos dinero. He podido disfrutar de ese concierto muchos años después, ya estando en Japón y gracias a las nuevas tecnologías.
El caso es que desde que escuché aquella versión del “Sunny” de Bobby Hebb saliendo de la Guild de George Benson quedé totalmente seducido. Por cierto, su autor compuso esa canción como resultado de la tremenda depresión que supuso para él la muerte, como resultado de una pelea con navajas, de su hermano mayor, Harold, el día 23 de noviembre de 1963, justo un día después del asesinato de John F. Kennedy. El título de la canción sugiere precisamente optimismo ante la adversidad.
Fotografía de un jovencísimo George Benson tomada por Francis Wolff.
El domingo pasé por una de las tiendas de discos de segunda mano de Sannomiya. Me encontré con un CD de George Benson en cuya cubierta se ve al músico cargando con su guitarra mientras cruza una calle de Nueva York. El título es “The Other Side of Abbey Road”. Obviamente se trata de un álbum de versiones sobre algunos de los temas del disco de The Beatles, pero en tono de jazz.
En el mundo de la música hay un dicho referente a eso de hacer versiones: “hazlo mejor o diferente, de lo contrario no merecerá la pena el esfuerzo”. Estoy de acuerdo (salvando honrosas excepciones). De poco me sirve tener discos con “canciones de karaoke” sobre las que se escuchan voces de celebridades que, por muy afinadas que suenen, no vienen a aportar nada nuevo. Para ello siempre será mejor recurrir al original. Otra cosa es que haya grupos que versionen en directo. Especialmente hablo de bandas noveles que necesitan hacerlo principalmente por dos razones: una para atraer al respetable o darle tregua con temas conocidos que siempre lo animan, y otra para practicar y nutrirse de una rica base musical sin la que es poco probable desarrollar cualquier talento (una aseveración empírica que imagino que dada la ingente cantidad de ejemplos que podríamos sugerir daría poco pie a la controversia). Esto es verdaderamente importante y el hecho de que una sociedad creada para velar por los derechos del autor en España vaya por ahí cobrándoles el 10% a estos nuevos músicos por algo tan indispensable para ellos (y por extensión para la “industria” que dicen proteger estos señores) resulta paradójico.
El álbum fue grabado en cuatro sesiones: los días 22 y 23 de octubre y 4 y 5 de noviembre de 1969, cuando ni tan siquiera había transcurrido un mes de la aparición del disco de The Beatles.
Figuras de los Fab Fours en una tienda de ropa militar (¿?) de Motomachi.
Aunque cabe apuntar un ilustre precedente en esto de las versiones precoces de canciones de los Fab Four: en la apertura de la actuación que otro gran guitarrista ofreció en el Saville Theatre de Londres el 4 de junio de 1967, apenas tres días después de que el álbum “Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band” viese la luz, el tema que da nombre a dicho trabajo fue versioneado por “The Jimi Hendrix Experience” ante la mirada atónita de los asistentes, entre los que figuraban Paul McCartney, Ringo Starr, George Harrison y su amigo Eric Clapton.
Cartel de la famosa actuación de “The Jimi Hendrix Experience” en el Saville Theatre.
Impresionante el álbum en su totalidad. Pero si he de quedarme con una parte sería con la segunda pista de “The Other Side of Abbey Road”, que comienza con un “Because” tocado con una sesión de vientos cuyos oboe y euphonium llegan a erizarle a uno la piel. De repente el tema cesa y su funde con una versión de “Come Together” auténticamente funk, con unos riff de guitarra justos y limpios. George Benson en estado puro.
A título de curiosidad, en la actualidad el guitarrista usa guitarras del fabricante japonés Ibanez, una marca con bastante renombre internacional cuyos instrumentos de la gama alta compiten de tú a tú con las grandes marcas del sector.