The Axis (he knows everything)

Es lunes por la noche. Regreso a casa desde el restaurante donde acabo de despedirme de mi compañero de trabajo. Ha sido una cena en Ohsho: oishii, yasui, hayai (buena, barata y rápida). Mientras pedaleo voy dejando atrás las calles del centro, exentas a esas horas de la turba que las satura durante el dí­a. Es la hora a la que algunos grupos de jóvenes se acercan a la galerí­a cubierta de Sannomiya para bailar. Lo hacen al ritmo del hip-hop o de lo que ellos llaman R&B (hay quien se empeña en señalar como origen de esta música el auténtico rhythm and blues…), siempre frente a los escaparates de los múltiples comercios que pueblan el “arcade”. Otros practican con sus bicicletas de trial o sus monopatines. Realmente me parece un ambiente bastante sano el que tengo ante mi.

Aspecto que suele presentar el shotengai de Motomachi durante la madrugada.

Un poco más adelante llegan a mi oí­do las notas de un solo de blues, tocado con auténtico feeling. Al doblar la esquina me encuentro a los dos chicos responsables de esa improvisada sutileza. Uno se encarga del acompañamiento con una guitarra española mientras el solista toca una bonita guitarra eléctrica de cuerpo hueco cuya forma me recuerda a una Rickenbacker 360. Ambos instrumentos están conectados a un mismo amplificador y parece que sin pedales de efectos ni otros artificios de por medio. Aún así­ el sonido que sale del cono del ampli es limpí­simo. No veo que usen púas, tocan con los dedos, con mucha suavidad. Escucho un tema y me digo: “cuando acaben sigo mi camino”, pero no lo hago, porque son demasiado buenos para no seguir allí­. Tras un par de canciones uno de ellos se dirige a mi, me pregunta de dónde soy y, tras contestarle, entona en su guitarra las primeras notas de aquel genial álbum de Michel Camilo con Tomatito: Spain.

Uno de los numerosos grupos de música que actúan en las calles de Sannomiya y bajo el andén elevado del ferrocarril de la JR.

Aparte de mi no hay nadie más escuchando. Pero de repente pasa un tipo grandote con camiseta negra y bermudas a juego. Lleva el pelo corto pero con una larga y fina coleta. Se acerca circunspecto pero tras parar un momento prosigue su camino. Pasan unos minutos y el hombre vuelve con una bolsa de la que saca unas cervezas que ofrece a los músicos que, agradecidos, preguntan al nuevo oyente si desea hacer alguna petición.
í‰l contesta: “tocad lo que queráis, algo vuestro”, y de paso me pide disculpas por no tener una cerveza para mi. La educación del hombre no acaba de cuadrarme con su aspecto, pero es que en Japón las apariencias suelen ser bastante araneras.
Se decide a hablar y nos cuenta que acaba de llegar de Tokio, que está trabajando en Kobe. Se queja de lo pronto que sus hoy compañeros de trabajo han vuelto al hotel. “Esto es igual que Tokio”, afirma contrariado. Los dos jóvenes guitarristas comienzan a interesarse por el trabajo del visitante; empiezan a sonsacarle de un modo inocente y él suelta prenda: trabaja en la industria musical y esta semana está de head manager del backstage en un concierto que tiene lugar en la ciudad. Llegados a ese momento el interés de los dos chicos y también el mí­o crece. Pero él no quiere desvelar el nombre del grupo con el que acaba de estar tomando copas en un izakaya cercano al barrio chino. El tipo es duro pero finalmente acaba perdiendo el pulso: se trata de “B´z”.

Personal de seguridad organizando la entrada en el metro que lleva al concierto de B´z, en Kobe.

Los dos jóvenes músicos comienzan a tocar un tema de B´z: “Lady Navigation”. Por supuesto es una versión acústica, pero me suena mejor que el original que es mucho más visceral, por decirlo de algún modo. El currante de Tokio se muestra más impresionado por el amplio repertorio de los chicos que por la música en sí­, pues aunque es ejecutada con bastante maestrí­a él no es precisamente un fan de la banda que esta semana le paga. Al rato se levanta y pregunta dónde puede conseguir un paquete de cigarrillos pues en ciertos conbini no venden. Se aleja para volver tras unos minutos con más cervezas. En esta ocasión me invita a mi también. Como no encontró tabaco pide cortésmente uno al solista, que está fumando. Mientras tanto el otro chaval me ofrece su guitarra y me pide que toque algo español.
La situación serí­a un verdadero aprieto de ser más temprano, pero a estas horas no hay un alma en la calle, de modo que acepto. Trato de recordar las notas del “paseí­llo” de unas alegrí­as de Cádiz de Tomatito, pensando que si este me escuchase “me mataba a pellizcos”. Pero el rasgueo no sale tan mal como esperaba… De hecho sirve de preámbulo para lo que se convierte en una jam session, de aficionados, pero jam session al fin y al cabo.

Uno de los múltiples estudios de ensayo existentes en la ciudad. En este también podemos encontrar venta de instrumentos usados.

Tras un largo rato el amable tokiota se despide para ir a dormir un rato, pero llega un nuevo músico que dice conocerme… Ciertamente me suena este chico, de aspecto fácil de recordar: de pocas carnes, pelo súper largo y liso, bigote a lo George Harrison y con una camiseta de tirantas de los Memphis Grizzlies que dejan al descubierto un enorme tatuaje en su brazo izquierdo. Se presenta con el nombre de Yasunari pero me aclara que en realidad su origen es coreano y se llama Teson Lee; vive aquí­ habitualmente y adoptar un nombre japonés facilita mucho las cosas en un paí­s con bastante discriminación hacia estas personas (aún). Me conoce de vista porque solí­a trabajar en una de las floristerí­as de mi calle. Parece un tipo muy enrollado. Saca de la funda de su guitarra un folio y empieza a dibujar algo. Me lo entrega. Son dos caricaturas: una suya y la otra del chico de la guitarra eléctrica, Takenaka. No dibuja a Morioka, el que toca las cuerdas de nylon, porque antes ha comprobado que ya aprendí­ su nombre.

El dibujo hecho por Teson Lee. Lo cierto es que el parecido es grande.

Yasunari se une al grupo y suenan fragmentos de algunos temas de Hendrix, Led Zeppelin, Creedence Clearwater Revival, Beatles, etc. Tiene una voz interesante, kakkoii.
Charlamos de música y parece como si las dificultades de la lengua fueran superadas por los conocimientos musicales compartidos. Allí­ a las dos de la mañana estoy sentado en el suelo con tres desconocidos tocando la guitarra relajadamente, como si de verdad conociera a estas personas de toda la vida. Y me pregunto: “¿no es esto genial?”.

La velada es de lo más apacible. Morioka insiste en invitarme a tocar con él en un café dentro de dos semanas, “hay tiempo para ensayar”, dice. Saca del estuche de su guitarra un CD en cuya carátula está escrito “Moriokamorio”, me lo entrega y me pide que lo escuche para tratar de aprender sus canciones: “podemos tocarlas juntos”, señala. Lo tomo agradecido mientras pienso en todas las veces que he escuchado aquello de que los japoneses son gente poco sociable.

20 Responses to “The Axis (he knows everything)”

  1. Eduardo says:

    Preciosa experiencia… y genialmente narrada, me ha dado la sensación de estar presente.

    Gracias!

  2. Hace a penas una semana que descubrí­ tu blog y no deja de impresionarme tu calidad como escritor. Es un placer leerte. Saludos desde Barcelona

  3. Palcraft says:

    Plas Plas Plas. Preciosa historia, no se me ocurre nada mas que decir. Veo que te manejas igual de bien con la pluma que con la cámara.

    Saludos!

  4. Krishna says:

    Javi, esta entrada es genial, me encanta el lado mas underground de las ciudades y de sus gentes, la verdad que me has echo sentir Un “underground Kobe”.

    Ya me diras exactamente donde se ponen esta gente, especialmente los chicos que bailan.

    Gracias por la entrada!

  5. Ikusuki says:

    Me ha encantado, qué fiel reflejo de humanidad…

  6. otakupsx says:

    mish buena historia ,que ganas de caminar por alguna calle de japon

  7. Pedro says:

    Wow.

    [Perdón por mi escasa locuacidad, pero necesita se necesitan más palabras?]

  8. Termico says:

    Luego la gente me pregunta porque Japón es un lugar diferente….no hay más que leer esta fantástica entrada de tu blog.

    Enhorabuena.

  9. Iced_fire says:

    Hace tiempo que leo tu blog, lo tengo añadido al google reader, pero nunca me habí­a decidido a escribir. Tu blog me gusta por las fotos y por la manera de escribir que tienes, que hace que me sumerja, me parece que veo lo que tu ves. Ahora estaba en una pausa del curro leyendo este post y se me han puesto la carne de gallina, me he sentido como si estuviera allí­ Â¡gracias!

  10. hercios says:

    Fantástico post!

  11. Nihoneymoon says:

    Se ha hecho de rogar tu siguiente post, pero ha merecido la pena esperar 🙂 gran historia.

  12. Arkalic says:

    Sencillamente genial ^^, la verdad es que ha sido un placer leer esta gran entrada.

  13. Julián says:

    Me ha encantado. Transmite el ambiente de esa informal “jam sesion”. También me hace recordar los poquitos dí­as que visité Japón.

  14. […] Mitos y choques de culturas- The Axiswww.motomachicakeblog.com/?p=1550 por Palcraft hace pocos segundos […]

  15. NH says:

    Aplausos de pie

    Una entrada tremenda, como dicen bien valio la pena no leerte por unos dias.

    La verdad la narración es tal que no alcanso a dicernir entre ficcion y realidad, creo que eso es lo que mas me a gustado, por favor no me aclares si en algun punto hay ficcion (o al reves) y dejamelo a mi, asi se disfruta aun más.

    Saludos

  16. angelica says:

    esta vien chido este mito

  17. meldonya says:

    Una historia genial x3

    Ojala pudiese ir a Japón algún dí­a y conocer un poco más de cerca todos eso mitos

    De momento, gracias por acercárnoslos ^^

  18. Wix Rocks says:

    Creo que ya lo he dicho, y no me canso de rectificar: este es el mejor post de todos los que has publicado.

    La experiencia tuvo que ser genial.

    ¿Te apuntarás a tocar con ellos?

    Un saludo.

  19. quicoto says:

    Buenas,

    Acabo de descubrir tu blog y me encuentro con este pedazo de post !

    A ver si tengo tiempo y me leo anteriores entradas.

    Te cojo el feed,

    Un saludo !

  20. Vito says:

    No puedo más que agracederos por el hecho de dedicar vuestro valioso tiempo a leerme.
    De verdad os digo que el placer es mí­o.

    Gracias.

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