No hay guía de Japón que se precie que no muestre una imagen de él, uno de los monumentos más retratados de todo el país, encumbrado aún más por el desafortunado hecho protagonizado por el monje que le prendió fuego y lo redujo a cenizas para que posteriormente Yukio Mishima narrara su historia en una de sus obras más célebres, cenizas aquellas de las que se volvió a levantar para mostrarse más esplendoroso que nunca.
Se trata de uno de los lugares de visita obligada si uno está pasando unos días por la vieja capital. El que escribe llevaba ya dos lustros por aquí y ya había agotado todas las excusas para aplazar dicha cita, de modo que allá por el mes de abril dediqué una lluviosa tarde de domingo a este rincón de Kyoto. Difícil es mostrar algo de lo que ofrece este lugar que ya no haya sido publicado. Aquí queda, no obstante, mi humilde intento de transmitir un pedacito de la magia de tan singular paraje. Espero que sea de vuestro agrado.
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Que grata sorpresa encontrarme hoy con tu post en mis lista de lectura. Como siempre tienes muy buen ojo fotográfico.
Felices fiestas de fin de año!!!
La sorpresa es recíproca, Nicté Kono. Gracias por tu comentario, me alegra leerte.
Felices fiestas para ti también 🙂
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