Llegó el frío, el verdadero. Lo trajo el Rokko Oroshi, ese viento que baja desde las montañas allá por Nishinomiya y enfría Kobe, ese del que cantan los fans de Hanshin Tigers.
Y cuando hace frío nota uno que sus retinas se humedecen y entonces la visión se hace más nítida, no hay mayor sensación de claridad, de pureza en el aire, aunque ese frío nos cale hasta los huesos, como hoy sentí.
Caminando por Sannomiya entre neones me paré un instante a sacar unas fotos, a eso de las seis de la tarde, cuando comienza la noche en Japón y en esta época del año en la que muchos grupos de oficinistas se citan para los bounenkai, esas reuniones que tienen lugar en los izakaya, uno de tantos rituales “giri” (acto o evento social motivado por el compromiso y que tiene razón de ser por la necesidad de mantener el equilibrio social, no es nada espontáneo aunque pudiera parecérnoslo).
Os dejo una de esas fotos:
Las noches de invierno pueden ser tan frías o calidas como lo deseemos ¿no crees?
Me hubiese gustado contemplarla con…
Saludos.
Cuanta mágia veo en esas fotos.
Llevas razón en eso del frio y la claridad de vision. A mi tambien me pasa.
Un saludo.
Pues para que se vea que dentro de la diferencia a veces nos parecemos, aqui el bounenkai, se llama cena de empresa, el giri tambien se globaliza.
Las noches de invierno y la bicicleta son mala combinación… pero te dejan las lentillas de limpias…
Saludotes!.
En Londres le cogí afición al modo “noche” de la cámara de fotos, precisamente para este tipo de imagenes y los resultados son siempre evocadores, en vuestro caso todas son dignas de marco, bueno casi todas 😉
El frío inspira las lucideces más geniales. O algo.
Un abrazo.
Aprovecho en este comentario para desearos Felices Fiestas tanto a tí, Javi, como a Yito.
¿Habéis recibido algún turron??