El lugar dista apenas cinco minutos de la prestigiosa Universidad de Kyoto, la segunda más antigua del país y la que se enorgullece de haber formado en sus aulas a casi una veintena de laureados con el premio Nobel. La estación de Demachiyanagi queda en el margen este del río Kamo, justo donde dos de sus brazos se unen en el canal que baja a la que quizás sea la zona más turística de la ciudad: la que encuentra a Kawaramachi en el margen izquierdo y a Gion en el derecho. Pero arriba, el delta que forman dichos brazos fluviales no tiene un caudal demasiado fuerte y en un día soleado es un marco perfecto para un improvisado picnic. No es un rincón muy transitado por turistas pero la existencia de la citada universidad y la femenina de Doshisha aportan al paisaje urbano un toque de juventud único en esta urbe. Justamente es ese ambiente universitario el responsable de la cautivadora oferta de cafés que esconde Demachiyanagi.
Precisamente desde uno de esos cafés me dirigía a tomar mi tren para volver a la estación de Kyoto cuando cerca del puente que une ambos márgenes del río Kamo vi a una muchacha que montaba felizmente en su bicicleta rosa, mano izquierda en el manillar y la derecha sosteniendo el bollito que iba mordisqueando. Justo en el momento en el que tomé la única fotografía de la escena un muchacho caminaba en dirección opuesta tomándose un café de esos que venden en las konbini. Era la hora de la merienda. En Japón se cena temprano, pero igualmente un estudiante necesita su tentempié, además la jornada de un aspirante al Nobel nunca termina a las seis de la tarde.
ISO: 100
Lente: EF 35mm F/2
Distancia focal: 35mm
Velocidad: 1/500s
Apertura: f/2
Hablaba sobre el mismo lugar en una entrada anterior a la que titulé “Tarde estival”. Hace unos días volví a pasar por allí, siempre lo hago si estoy por la zona de Higashiyama, paseo altamente recomendable. Cuando cae la noche, el edificio de la imagen ofrece al turista la ocasión de realizar una breve incursión dentro de la privacidad de los clientes de sus restaurantes e izakaya, un auténtico peep show a orillas del río Kamo, voyeurs y curiosos en general tienen (tenemos) allí su rincón.
ISO: 400
Lente: EF 35mm F/2
Distancia focal: 35mm
Velocidad: 1/60s
Apertura: f/2
Tomando la autopista 162 desde Kyoto y a unos 30 km del centro de la ciudad hay un remoto pueblo cuyo nombre, Miyama, significa “Montaña hermosa”. Alrededor de dos centenares de casas rurales aún conservan los tradicionales tejados de paja que hacen del lugar uno de los rincones más hermosos del país. La comparación con Shirakawa es inevitable, y quizás las casas de Gifu sean más impactantes. Pero el valor paisajístico de Miyama no tiene nada que envidiarle a Shirakawa. El conjunto es realmente impresionante a pesar de sus reducidas dimensiones.
Tuve la suerte de visitar Miyama en pleno agosto, con el arrozal bien crecido, verde con las pinceladas de amarillo que les da el grano, con decenas de saltamontes revoloteando, y con la montaña teñida de un color aún más intenso, el de las coníferas. Ante tanto verdor parece como si uno se olvidara por un momento de las cifras que marca el mercurio. Quizás el rumor de las aguas del río que corre junto a este bello paraje también tenga que ver con ello.
No sé cómo será Miyama en otras estaciones, una cosa sí puedo decir: el verano de Miyama es el verano de Japón que uno siempre imaginó al leerlo.
En la orilla este del río Kamo a su paso por el centro de Kyoto, concretamente en el tramo comprendido entre Sanjo y Gion Shijo, hay una serie de restaurantes que durante el verano abren balcones donde los clientes pueden disfrutar de su cena ante un majestuoso escenario. Los precios distan de ser módicos, pero hablamos de Kyoto.
La imagen de esta entrada está tomada desde el puente de Shijo y muestra uno de los citados restaurantes. La foto es de pocos minutos antes de las seis de la tarde, pero los horarios de comidas en Japón no son los de España, a esa hora ya hay quien que se disponen a cenar. Además, la mayor parte de estos comensales son turistas, y muchos tendrán aún que emprender un viaje en tren de vuelta a casa tras el postre.
Las esterillas que separan un establecimiento del siguiente permiten vislumbrar la escena que tiene lugar en en interior: mesitas bajas sobre el tatami alrededor de algunas de las cuales la gente se sienta sobre almohadillas, bandejas de laca con juegos de palillos de madera, toallitas húmedas para tratar de sofocar el calor de agosto, botellas de cerveza, los primeros platos que ya van desfilando, camareras ataviadas con yukata que se arrodillan junto a los clientes para servirles… Aún queda tiempo para el ocaso, pero ya comienza la noche en Kyoto.
ISO: 125
Lente: EF17-85mm f/4-5.6 IS USM
Distancia focal: 41mm
Velocidad: 1/125s
Apertura: f/5