El lugar dista apenas cinco minutos de la prestigiosa Universidad de Kyoto, la segunda más antigua del país y la que se enorgullece de haber formado en sus aulas a casi una veintena de laureados con el premio Nobel. La estación de Demachiyanagi queda en el margen este del río Kamo, justo donde dos de sus brazos se unen en el canal que baja a la que quizás sea la zona más turística de la ciudad: la que encuentra a Kawaramachi en el margen izquierdo y a Gion en el derecho. Pero arriba, el delta que forman dichos brazos fluviales no tiene un caudal demasiado fuerte y en un día soleado es un marco perfecto para un improvisado picnic. No es un rincón muy transitado por turistas pero la existencia de la citada universidad y la femenina de Doshisha aportan al paisaje urbano un toque de juventud único en esta urbe. Justamente es ese ambiente universitario el responsable de la cautivadora oferta de cafés que esconde Demachiyanagi.
Precisamente desde uno de esos cafés me dirigía a tomar mi tren para volver a la estación de Kyoto cuando cerca del puente que une ambos márgenes del río Kamo vi a una muchacha que montaba felizmente en su bicicleta rosa, mano izquierda en el manillar y la derecha sosteniendo el bollito que iba mordisqueando. Justo en el momento en el que tomé la única fotografía de la escena un muchacho caminaba en dirección opuesta tomándose un café de esos que venden en las konbini. Era la hora de la merienda. En Japón se cena temprano, pero igualmente un estudiante necesita su tentempié, además la jornada de un aspirante al Nobel nunca termina a las seis de la tarde.
ISO: 100
Lente: EF 35mm F/2
Distancia focal: 35mm
Velocidad: 1/500s
Apertura: f/2
Hasta que llegaran a Kobe los B-29 americanos en marzo del 45, el distrito de Shinkaichi fue el núcleo del centro de Kobe. Un barrio de teatros, responsables de su gran popularidad entre los años 20 y los años 40, que durante la década de los 60 perdería su privilegiado estatus en beneficio del área de Sannomiya, al este de la ciudad.
En la actualidad Shinkaichi se debate entre el ímpetu de quienes tratan de devolverle el brillo que tuvo en otros tiempos como estandarte de la cultura en la zona y entre las sombras que proyecta el resplandor de los neones del vecino distrito rojo de Fukuhara.
En la calle principal de Shinkaichi hay una puerta llamada Big Man, una especie de torii pop que traza en su interior la silueta de un hombre con su sombrero. Simple pero con impacto. Se trata de la parte principal de una obra conjunta.
Dada la tridimensionalidad de Big Man y de los colores elegidos, el rojo y el azul, la obra me evoca un anaglifo, técnica muy vinculada al cine de los años 50 y que tuvo un revival en los 70 y los 80. De ahí mana en gran parte la nostalgia que me transmite personalmente el pasar por este sitio.
La silueta corresponde a un famoso personaje, sin duda uno de los más ilustres visitantes de la zona, el mismísimo Charles Chaplin. Shinkaichi fue el lugar donde el cine vio la luz en Japón.
ISO: 200
Lente: EF17-85mm f/4-5.6 IS USM
Distancia focal: 30mm
Velocidad: 1/160s
Apertura: f/4.5
Cerca de la renovada estación de Osaka aún quedan rincones que nos recuerdan que por esta urbe, a pesar de su empeño en maquillar sus vergüenzas, pululan personajes de un peculiar pelaje.
En el Japón de la segunda década del s.XXI, el mismo de los vagones de tren repletos de almas silenciadas y cabizbajas por el influjo de las pantallas de sus smartphones, los quiromantes y adivinadores en general cuentan con una fiel clientela.
La chica de la imagen, ataviada con un vestido color crema cuya firma seguramente estará al nivel de su bolso de Louis Vuitton y de sus zapatos a juego, se somete a la lectura de manos. Aparentemente una mujer en sus treinta y tantos, con cierta independencia económica, pero con inquietudes que trata de ahogar por medio del benévolo oráculo que un anciano dictará observando meticulosamente las líneas de sus manos. Todo por el módico precio de 500 yenes.
ISO: 160
Lente: EF35mm f/2
Velocidad: 1/250s
Apertura: f/2
El baumkuchen es un pastel tradicional de la repostería alemana, conocido por muchos como el “König der Kuchen” (rey de las tartas).
Esta delicia incluye mantequilla, huevo, azúcar, vainilla, sal y harina. En Japón goza de gran popularidad y existe una gran variedad de sabores: con aroma de brandy o ron, con chocolate, con cobertura de limón, calabaza, maccha…
Su elaboración es simple pero muy curiosa: la masa se va añadiendo sobre un pincho que gira y que permanece expuesto al fuego, es lo que se conoce como masa de forma toroidal. Cuando compramos un baumkuchen podemos elegir un corte circular, directamente extraído desde el cono resultante, o si lo preferimos podemos optar por una fracción de éste, o sea un trozo más pequeño en forma de cuña. En ambos cortes se aprecia el laminado de la masa como si de un tronco de madera cortado se tratase, solo que en realidad es una espiral.
Cuando mostré esta fotografía a algunos de mis amigos japoneses uno de ellos me dijo que la imagen le recordaba a uno de esos pasteles baumkuchen. Y es que en Japón estos dulces se encuentran incluso en las konbini (convinience stores).
La imagen muestra las escaleras que comunican la planta principal de la Kobe International House (edificio también conocido por el nombre de SOL) con la planta subterránea. El tramo de escalones que hay en el medio es usado como área de descanso y, en épocas con un clima menos severo, suele estar lleno de gente.
ISO: 160
Lente: EF35mm f/2
Velocidad: 1/800s
Apertura: f/2.5